Desde varios lugares han pegado el grito en el cielo diciendo que la inclusión financiera atenta contra la libertad de las personas. FALSO. Quien debe pagar el sueldo por vía de una cuenta bancaria acordada con el empleado, es el patrón. Luego, el trabajador decide si saca todo lo depositado y lo guarda donde quiera y paga siempre sus cuentas en efectivo, o hace uso de los beneficios que le da operar en términos electrónicos, con su tarjeta de débito.
La ley no obliga a nadie a hacer sus compras con tarjeta. Hasta hace un tiempo se podía leer en varios lugares se acepta sólo efectivo, hasta que esos mismos comerciantes vieron los beneficios de aceptar las tarjetas.
Para el trabajador, uno de los beneficios más importantes es que si abona con tarjeta de débito, su compra tiene una rebaja del IVA que del 22% pasa al 18%.
Otros beneficios son la comodidad de la operación sin cargar efectivo y el posterior control de todo lo devengado a lo largo del mes, por ejemplo.
Por otro lado la inclusión financiera y el pago por medios electrónicos le ponen trabas sustantivas a todo intento de no formalizar y no legalizar las relaciones laborales del trabajador con su lugar de trabajo y su desempeño laboral. La inclusión financiera pone de manifiesto, entre otras cosas, si el patrón ha efectuado los aportes al BPS y otros compromisos derivados de la seguridad social y de las condiciones de trabajo (pagos correspondientes a la labor según los convenios salariales y la descripción de categorías; salario vacacional, aguinaldo, horas extras, entre otras cosas).
Por eso, para el patrón sí es obligatorio pagar los sueldos por vía electrónica, procurando de esa manera proteger al trabajador, dotándolo de mejores herramientas para su seguridad en los ingresos.
Pero hay más. De esta manera se puede evitar la evasión de dineros que deberían ir a tales destinatarios y terminan en otras arcas. La informalidad, pasa a tener nuevas trabas. No son menores. Hay una larga historia de las peores patronales de contratar en negro a sus empleados rodeándolos de vulnerabilidades para darle más poder al patrón quien, por ejemplo, podía echarlos cuando quisiera, sin posibilidades para el trabajador de hacer ningún tipo de reclamo o entorpeciendo las posibles demandas.
Quienes hablan de que este sistema limita la libertad de las personas no dicen la verdad. Lo que se limita es el uso y el abuso de aquellas patronales que hicieron del salario un punto de presión para sus propios beneficios. Esta inclusión contribuye a ponerle freno a esa histórica actitud, propia de un feudo, donde el patrón no sólo se apropiaba de la fuerza de trabajo del empleado, sino también de su salario, de su vida, de su protección social. Eso se debe terminar. Debemos proteger principalmente a los sectores más desprotegidos como han sido siempre los trabajadores rurales o las empleadas domésticas que ahora y gracias a la lucha, tienen reconocimiento social porque, además, están sindicalizados.
No han faltado los argumentos que dicen que esto beneficia a los bancos.
Es cierto. ¿Y qué? Lo principal es procurar que las transacciones bancarias de este tipo se produzcan en los bancos estatales, pero lo más importante sigue siendo la total transparencia de las operaciones y la lucha por mejores beneficios para el trabajador, el jubilado y el pensionista, aunque si quieren ir al cajero o a la ventanilla y sacar todo el dinero y guardarlo en el colchón y pagar siempre en efectivo, lo pueden hacer. Allá ellos. Pregunto ¿todos los que se oponen a la inclusión financiera operan en efectivo o llevan en sus billeteras un montón de tarjetitas?
Publicado en el Semanario VOCES el jueves 9 de mayo de 2019
