UN DEBATE CULTURAL QUE NOS HACE FALTA por Pablo Anzalone

Reglamentación sindical es mala palabra en nuestro país,  forma parte de los sueños reaccionarios fracasados, de las distopías (una palabra de moda lamentablemente) de  quienes no quieren ningún gremio y mucho menos un sindicalismo clasista e independiente de patrones y de gobiernos. Independiente pero no indiferente, como ha reiterado el PitCnt.

Si el argumento es asegurar servicios imprescindibles para la población cuya interrupción prolongada puede generar riesgos para la vida o la salud, está muy claro que la normativa actual prevee la declaración de esencialidad que ha sido usada (y abusada). Basta recordar la de la enseñanza.

En mi opinión el reciente paro docente por los episodios de violencia  en un liceo plantea un problema muy distinto a la reglamentación. Refiere a una discusión de culturas y estrategias.

En cuanto a estrategias, en un contexto donde hay muchos actores jugando fuerte para aislar a los sindicatos docentes y ponerlos como los malos de la película, parece raro  que éstos no consideren esta situación para definir formas de lucha que los fortalezcan en lugar de seguir debilitándolos. Las críticas de la ministra a los paros y de los gremios a la ministra, y de la oposición política a los gremios y al gobierno, más las ridiculizaciones de algunos periodistas que asignan al paro la intención de agrandar el “feriado largo”, se parecen a un sainete cacofónico, donde no es posible entrar en el tema de fondo. Para algunos el gobierno es un represor como la dictadura y para otros está claudicando ante los gremios.

Pero el paro no es el problema sino la violencia en centros educativos y sobre eso las propuestas han tenido poco destaque mediático.

En materia cultural, cabe señalar que la violencia en los escuelas o liceos no es un fenómeno aislado de otras manifestaciones como la violencia doméstica, la violencia de género y de generaciones. Recordemos la violencia contra las mujeres y los niños cuya expresión más extrema son los feminicidios e infanticidios. Como señalan los artículos de Lucía Vernazza y Adriana Cabrera en Dínamo 5 hubo 32 niños y adolescentes asesinados y 26 mujeres lo fueron en manos de su pareja o expareja, en 2015. Más de 31 mil denuncias por violencia doméstica en ese año y 1908 niños atendidos por situaciones de violencia (400 por abuso sexual) . Pero además un estudio de Unicef y Mides constata que 54 % de los niños uruguayos fue sometido a un método violento de disciplina en el mes anterior a la encuesta. Es claro que sufrir violencia reiteradamente aumenta las probabilidades de desarrollar conductas violentas en esta franja etárea y luego como adultos.Si agregamos las altas tasas de suicidios en adolescentes (11 cada 100 mil) y  la cifra todavía más impactante que 10% de los adolescentes intentó autoeliminarse, veremos otro de los efectos extremos de la violencia.

La violencia en los vínculos empezando desde el hogar forma parte de los grandes debates societarios. Como el que convocó Pepe Mujica el 19 de junio de 2012 hablando de la vida y la convivencia.  Sigo creyendo que fue de las pocas veces que se salió de la defensiva en materia de inseguridad ciudadana, de las recetas autoritarias y estigmatizantes, basadas en el miedo, para plantear un debate de los que importan realmente. Es una lástima que se haya reducido a siete zonas primero y luego desapareciera en este período de gobierno. Porque el problema  continúa.

En este tema de la violencia son necesarias políticas sostenidas  que podrían incluir talleres regulares entre dirección de los centros educativos, docentes, familias,alumnos y actores comunitarios, con recursos, tiempo, equipos interdisciplinarios. La jornada de reflexión convocada por el Consejo de Secundaria puede ser un muy buen inicio. La experiencia de las Mesas Locales de Convivencia y Seguridad Ciudadana ha sido buena. ¿Porqué no  contar para esos emprendimientos con los municipios y el entramado social en todo el país ?  En Montevideo los Consejos Vecinales que se eligen el próximo 30 de octubre son actores a incluir.  El sistema educativo no puede verse como un ente aislado. Insistamos en lo que es obvio: las familias y la comunidad son actores educativos. No hablamos de una iniciativa puntual sino una parte de la currícula, donde los participantes aporten sus miradas distintas, al diagnóstico local en primer lugar (las situaciones son diferentes) y a la construcción de políticas y planes locales.

Construir (¿recomponer?) la alianza entre docentes, familias y comunidad me parece un  objetivo fundamental. Los esfuerzos sociales, sindicales, gubernamentales, culturales, territoriales, tienen allí un espacio de articulación necesario.

Artículo publicado en Semanario Voces  28 de setiembre 2016

 

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