Por una sociedad menos violenta y desigual.
PLAN DE EMERGENCIA NACIONAL: FEMICIDIO CERO

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Por una sociedad menos violenta y desigual.
Reportaje gráfico: Adriana Cabrera Esteve
Los medios masivos de comunicación, casi siempre oligopólicos, tienen el poder de construir la realidad, afirma Raúl Zaffaroni. Ante la ignorancia de lo que sucede a nuestro alrededor, recurrimos a la prensa, que dedica la mitad de los informativos a contarnos una y otra vez los crímenes más cruentos. Los más aberrantes y los que no son tanto. También recurrimos a las redes, que la mayoría de las veces también repican los artículos, los comentarios -muchas veces con mayor banalidad- de lo que sucede a nuestro alrededor. Pero, además, están el cine, las series, los juegos, todos a cual más violento. Hace un tiempo estuvo de moda Dexter, la historia de un psicópata “bueno” que sólo mataba a los malos con la misma perversidad o, mejor dicho, la inconsciencia de toda maldad, de cualquier psicópata. Pero, a su vez, si alguien no tenía suficiente imaginación sobre cómo actuar en esos casos, Dexter le ofrecía el know-how. Después de Dexter, todos podían asesinar “limpiamente”. El silencio de los inocentes y luego Hannibal asustaron a una generación; ahora hay cientos de productos audiovisuales del mismo tono, sólo que ya no corre más aquello de “Sólo en cines”. Esos manuales de criminalidad se pueden ver en un smartphone, en la tablet, la computadora o la tele.
Los invito a leer Gomorra, de Roberto Saviano. Lo leí hace unos años y me sorprendió reconocer la forma en que la mimesis retroalimentaba conductas. Los mafiosos se vestían como Uma Thurman en Kill Bill, relata Saviano, o usaban su modelo de auto, y probablemente, más de uno asesinara como ella. O sea, mientras que Quentin Tarantino trataba de representar a la mafia, la mafia representaba a Tarantino. Ya no es necesario que Dan Mitrione enseñe cómo torturar; basta con jugar Mortal Kombat y hacer clic en “descuartizar”.
Hace poco, presenté en el Taller Aquelarre la muestra fotográfica Amandla Awethusobre la vida en Marikana a dos años de la masacre de los mineros. Acompañamos la muestra con una película documental, Miners Shot Down, de Rehad Desai. La película incluye escenas reales de la masacre registradas por las cámaras de seguridad de la empresa minera y los propios registros del Ministerio del Interior Sudafricano. Las personas presentes preguntaban si se trataba de una reconstrucción de los asesinatos; costaba verlas como muertes reales tan igualitas a las de la televisión.
Y nos seguimos preguntando cómo puede ser que cosas tan sangrientas sucedan. Cómo puede ser que la realidad y su representación se mezclen en forma tan confusa y que parezca natural lo aberrante.
La antropóloga Rita Segato sostiene que existe una pedagogía de la crueldad en los medios. Compara su actitud ante los suicidios a los que se les baja el perfil -o, directamente, se omite la noticia porque se piensa que tiene un efecto de contagio- con la forma en que se abordan los crímenes, para los que no sólo se abunda en espectacularidad, sino que se repite la información. En un mundo globalizado, y gracias a la concentración de la propiedad de los medios, la percepción de la violencia también se globaliza y retroalimenta lo que Zaffaroni llama el “genocidio por goteo”, en el que los excluidos se matan unos a otros. De esta forma, afirma, nos hacen creer que la norma es la violencia. Y si no es la norma, como sucede en nuestro país, se muestra como si lo fuera, porque los Estados que no pueden garantizar la seguridad “son Estados debilitados, vulnerables, que tienen dificultades para oponer condiciones de negociación favorables a los intereses nacionales” (ver nota de Zaffaroni en Dínamo del 12/9/16). El “Renunciá Bonomi” es quizá la manifestación más clara de la estrategia de la derecha. Basta ir al Twitter y buscar #Bonomi.
La construcción de desconfianza en las instituciones y entre nosotros también confluye en esa estrategia tendiente a debilitar las democracias. El informe sobre “Los cambios de valores en la sociedad uruguaya: confianza, tolerancia, pobreza, autoridad y género”, presentado este año por la Fundación Konrad Adenauer y la Universidad Católica del Uruguay, muestra que el porcentaje de uruguayos que dice confiar en los demás tiende a disminuir en cada una de sus mediciones: desde 1996 a 2011 pasó de 22% a 14%. Paradójicamente, o no, acá vale visualizar el papel de algunos medios de comunicación que han logrado asemejar, en el imaginario colectivo, nuestra realidad a la de México, donde la confianza en los demás pasó de 31% a 12% en el mismo período. Sólo que México es la principal vía del tráfico de drogas hacia Estados Unidos y tiene cerca de 30.000 desaparecidos en manos del narcotráfico.
En lo que respecta a la confianza en las instituciones, también se observa una disminución; según la misma fuente, 56% de los entrevistados tiene mucha o algo de confianza en la Policía, 59% en el gobierno, 50% en el Poder Judicial, 39% en el Parlamento. En lo que respecta a las instituciones de la sociedad civil, sólo 30% siente mucha o algo de confianza en los sindicatos y 32% en los partidos políticos. Mejora la confianza cuando se trata de las organizaciones de género, que tienen 66%, y las ambientalistas, con 67%. De seguir aumentando la desconfianza en las instituciones y en las organizaciones de la sociedad civil, se puede configurar un problema para la estabilidad democrática. Así sucedió en Brasil y Paraguay, por ejemplo.
Más allá de la credibilidad de la encuesta, recordemos que las encuestas también se equivocan y construyen opinión; las cifras de criminalidad en Uruguay muestran una realidad diferente, y así debiera ser percibida por la población si los relatos no fueran tan dispares. El Reporte 2015 de la OPP da cuenta del creciente sentimiento de inseguridad, aunque reafirma su perspectiva en cuanto a que la causalidad de la violencia y la criminalidad se ubican en problemas sociales de corte estructural, como la pobreza, la desigualdad y la exclusión social. Aunque señala la coexistencia con un enfoque en el que la criminalidad es un problema en sí mismo. Mientras que en 2003 sólo 1,4% de los uruguayos consultados manifestaba preocupación por la seguridad; en 2013 este valor aumentó a 36% de los entrevistados. El cambio de preocupación puede deberse a que problemas como el empleo, acuciantes en 2003, se fueron resolviendo. El informe mostraba también para el mismo período un leve aumento de las denuncias por homicidios, la disminución de las denuncias por hurtos y por copamientos, y un aumento de las rapiñas. Durante la interpelación al ministro del Interior, la semana pasada, se anunció para este año una disminución también en la cantidad de rapiñas y homicidios.
Sin minimizar la problemática, cabe preguntarse, entonces, si entre las medidas de gobierno prioritarias a la hora de intentar fortalecer la confianza en las instituciones democráticas, y en nuestra capacidad de actuar con otros, no deberían estar la implementación de políticas de comunicación audiovisual que en lugar de construir o redimensionar la realidad en la que vivimos la represente más fielmente, y la implementación de mecanismos independientes que le den a la ciudadanía garantías de mayor pluralidad, tal como lo establece la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.
Publicado en La Diaria el 1 de noviembre de 2016
La problemática de la seguridad está dando pie para un endurecimiento del enfrentamiento entre la oposición y el gobierno. La táctica de los partidos tradicionales es elevar el nivel de confrontación pero sigue siendo muy pobre en análisis y en propuestas. Un debate de estas características no solo tiene efectos políticos sino también sociales y culturales.
Hay un doble reduccionismo en la prédica de la derecha: en el diagnóstico y en la terapéutica. Una y otra vez limitan la problemática de la violencia a las rapiñas, ignorando deliberadamente las distintas dimensiones que tiene en la sociedad actual. Al mismo tiempo sus propuestas son paupérrimas: la renuncia de Bonomi, mayor represión policial y aumento de las penas. Para ellos la renuncia de Bonomi es un acto de magia que mejorará la seguridad. La mayor represión policial y el aumento de penas es la misma fórmula repetida y fracasada desde la salida de la dictadura hasta ahora.
Esta concepción no solo invisibiliza las otras formas de violencia interpersonal, sino que promueve una única respuesta institucional: el encarcelamiento. Aunque incluso Comisionados Parlamentarios pertenecientes a los partidos tradicionales han hecho críticas y propuestas que van en otra dirección, el discurso hegemónico es siempre el mismo.
Me gustó una frase de Jorge Vázquez y la repito siempre que puedo: “tener más de 10 mil presos puede considerarse un éxito para la policía pero es un fracaso para el país”. Agregaría además que esa cantidad enorme de presos (2dos en el continente) no ha generado más seguridad, porque la cárcel no disuade, ni reeduca, ni reinserta, sino que muchas veces crea o agrava las “carreras delictivas”. Sin desconocer ni desvalorizar los esfuerzos puntuales de modelos carcelarios diferentes que se han desarrollado en este período, cabe concluir que un sistema punitivo que tiene a la cárcel como única forma de castigo, incrementará los niveles de violencia sin resultados positivos para la convivencia.
Se ha querido crear la imagen de que el único peligro que existe son los chorros, los rapiñeros contra quienes no se aplica suficiente mano dura.¡Resistir las rapiñas! Vociferan irresponsablemente. Incentivar el miedo, direccionarlo y manipularlo son estrategias deliberadas para producir efectos políticos y culturales.
Si fuera necesario un nuevo hecho para recordarnos las distintas formas de violencia existentes, bastaría mencionar la muerte de Nicolás Cuña un joven de 19 años en una trifulca próxima a un boliche el pasado fin de semana. O citar las miles de ocasiones en que mujeres son agredidas violentamente, por su pareja o ex pareja (hubo más de 30 mil denuncias por esta causa en 2015). O denunciar que más de 1900 niños debieron ser atendidos por sufrir violencia en 2015 (400 de ellos por abuso sexual). La violencia en centros educativos se reitera demasiado seguido. Las muertes por suicidio y por accidentes de tránsito duplican largamente la cantidad de homicidios.
Toda esta problemática (y no solo una pequeña parte de ella) afecta a la seguridad ciudadana y deteriora la convivencia, concebidas ambas como derechos humanos. Pero no es un escenario con un enemigo simple, caricaturizable, estigmatizable, sino que son diversos dispositivos de opresión y violencia, que requieren desmontarlos mediante una lucha integral, cultural, social e institucional.
Esas luchas hacen a la calidad de la democracia. Más que dejar que se conviertan en banderas de la derecha, actuando a la defensiva, concediendo a sus griteríos, una actitud democrática firme tiene que jerarquizar el tema, dar los debates en el plano ideológico pero también producir estrategias y tácticas concretas que muestren otra concepción de la convivencia y la seguridad. Las penas alternativas a la prisión, las formas de justicia restaurativa, y los mecanismos para apoyar y reparar a las víctimas deben forman parte este debate.
Hoy estamos pagando el precio de haber reducido el debate sobre seguridad a los partidos. Tal vez pueda considerarse una medida que desde el gobierno quite argumentos a la derecha porque le abre ámbitos y la obliga a formular propuestas. Sin embargo esa búsqueda de consensos significó que el Frente Amplio no desarrolló una campaña polemizando seriamente con las concepciones de la derecha en esta materia. Se perdió la principal enseñanza del “No a la baja”: hay que dar los debates ideológicos o la hegemonía será siempre reaccionaria. Es así que las propuestas de la derecha y sus enfoques tiñeron la agenda del diálogo multipartidario. ¿Seguir incrementando penas para el microtráfico? ¿Crear otro organismo paralelo a la Junta Nacional de Drogas?
La actitud de los partidos de derecha demuestra que lejos de estar satisfechos, sin forma alguna de lealtad institucional, suben constantemente la apuesta.
Dejar afuera de este diálogo a las organizaciones sociales y culturales ha sido un error. El reciente Debate Nacional de Seguridad y Convivencia convocado desde las fuerzas sociales fue mucho más rico en sus reflexiones y propuestas.
ARTICULO PUBLICADO EN SEMANARIO VOCES 13 octubre 2016
El asesinato de Heriberto Prati despertó una gran indignación en vecinos de Carrasco, expresada en un caceroleo con mucha cobertura mediática. Inmediatamente el senador Bordaberry promovió la interpelación al ministro Bonomi y subió la apuesta junto con Alianza Nacional proponiendo la censura y la puesta en marcha del mecanismo que prevee la disolución de las cámaras y una nueva elección parlamentaria. Esta medida fue rechazada por Javier Miranda y la bancada frenteamplista por interpretarla como un atajo generador de inestabilidad y convocaron a una reflexión serena al respecto.
Más allá de las características del episodio (http://www.180.com.uy/articulo/64593_vos-no-te-animas-a-dispararme-a-mi-sos-muy-cagon) , de la conveniencia o no de resistir las rapiñas (http://www.elobservador.com.uy/el-crimen-carrasco-norte-y-un-argumento-antipático-n979582 ) y de las reflexiones que desde las redes señalaban la desigual sensibilidad frente a otros asesinatos en barrios populares o el tono clasista de la pretensión de “fichar” a todos los habitantes de un asentamiento cercano, dos grandes temas quedaron fuertemente instalados en el debate nacional. Uno es la cuestión de la seguridad pública y el otro las intenciones de una parte de la oposición de generar un quiebre político del proceso democrático normal.
El entusiasmo de la oposición ante la movilización de los vecinos de Carrasco, le dio ánimos de radicalización a una confrontación con el gobierno que ya tiene muchas señales políticas. Los intentos, hasta ahora fallidos, de generar una protesta de masas liderada por la derecha, le darían otro sustento a los anuncios de “gobierno en retirada”. Aunque no tengan los votos la pretensión de disolver las cámaras eleva el listón para la derecha, plantea un objetivo ambicioso y constituye un mensaje claro de desestabilización y quiebre antes de 2019.
Visto que las características de la lucha política en Uruguay no dan para tanto en la actualidad, uno no puede dejar de asociar las aspiraciones de la oposición con los procesos brasileños, venezolanos y paraguayos. La derecha uruguaya tiene una fuerte vocación internacionalista y múltiples vínculos con sus pares ideológicos de la región. Los triunfos de estos les parecen un augurio de los propios. Si aquellos pudieron derrotar a la izquierda sin necesidad de dictaduras, usando los múltiples mecanismos de poder que siguen teniendo, ¿porqué no aquí? Tal vez la seguridad y la corrupción, transformadas en discursos grandilocuentes, sean la llave para recuperar el gobierno. Por eso, tomar la iniciativa política y radicalizar la confrontación parece ser un negocio redituable para ellos que galvaniza la opinión pública de derecha y deja al gobierno y al Frente Amplio a la defensiva. Corren, sin embargo, dos riesgos no menores: quedar lejos de la sensibilidad popular más amplia, dando una imagen desaforada, y por otro lado provocar una reacción del Frente Amplio que vaya más allá de una declaración y reactive una movilización política hoy muy alicaída.
Las buenas intenciones en relación con el resto del sistema político y la ausencia de un debate ideológico claro contra la derecha, no le han dado buenos resultados al Frente Amplio. Y la declaración reciente sigue en esa línea.
En el tema de la seguridad reducir el diálogo a los partidos, sin poner las tintas en las discrepancias y dejando afuera a todo el mundo social y cultural achicó el escenario y las propuestas. Las señales y los contenidos estuvieron teñidos de las propuestas de la derecha. Se dejó de lado lo que construyó y acumuló la campaña por el “No a la Baja” y la estrategia, más rica, sobre la vida y la convivencia que planteó Mujica el 19 de junio de 2012.
La realización del Debate Nacional de Seguridad y Convivencia promovido desde las organizaciones sociales y DINAMO número 5 (http://ladiaria.com.uy/seccion/dinamo/) , aportan a un enfoque mucho más amplio, que no minimiza el tema sino que lo sitúa en otras claves.
Para empezar hay que reconocer que la violencia tiene distintos ámbitos y formas. Se trata de encararla integralmente, sin recetas simplistas que terminan agravándola. La relación de muertes violentas arroja cifras muy significativas donde los suicidios llegan a 18 c/100 mil habitantes, las muertes en tránsito 14,6 (bajaron 2 años seguidos) y los homicidios están en 7,8.
La violencia doméstica, que es de género y generaciones, vinculada al patriarcado y su cultura, ocupa un capítulo importante. Los artículos de Lucía Vernazza y Adriana Cabrera en Dínamo denuncian que hubo 32 niños y adolescentes y 26 mujeres asesinados en 2015. Mientras que en 2005 hubo 5.612 denuncias por violencia doméstica, en 2015 se llegó a 31.184. Un promedio de 85 denuncias por día. El año pasado 1908 niños fueron atendidos por situaciones de violencia (400 por abuso sexual). Los episodios de violencia en centros educativos han sido notorios en los últimos tiempos. Al mismo tiempo una investigación reciente de Unicef y Mides constató que 54 % de los niños uruguayos fue sometido a un método violento de disciplina en el mes anterior.
¿Cómo no vincular esa violencia reiterada con conductas y dispositivos de desarticulación social?
Hay que recordar también las altas tasas de suicidios en adolescentes (once cada 100 mil) y otra cifra impactante: 10% de los adolescentes intentó autoeliminarse. Sí, diez cada 100 adolescentes. No son hechos inevitables, ha habido valiosas experiencias de prevención en los barrios como la de Último Recurso en la zona del Cerro (en convenio con la IM que lamentablemente no se continuó).
La violencia en el deporte sigue siendo un fenómeno de gran impacto social donde están implicados grupos de poder de los clubes. Mientras se hace difícil lograr un festejo futbolero sin episodios de violencia acabamos de tener una Marcha de la Diversidad con 65 mil participantes signada por la alegría y fraternidad.
Campañas actuales como “Un trato por un buen trato” o “Noviazgos sin violencia”, o la jornada de reflexión sobre violencia en los liceos, son estrategias que apuntan a un aspecto fundamental, los vínculos y la cultura.
Las Mesas de Seguridad y Convivencia encararon la dimensión territorial, de donde debía surgir el diagnóstico, los planes locales y su construcción con la participación de diversos actores de cada zona. Hay que aprender de esas experiencias, de sus avances y de sus debilidades.
Poner el acento en el apoyo y la solidaridad con las víctimas por parte del Estado y de toda la sociedad es un giro grande respecto a las lógicas que solo reclaman castigos.
Al contrario de las declaraciones estridentes de la derecha contra la impunidad de los delitos, el accionar policial y judicial y los sucesivos incrementos de penas han llenado el país de presos. Somos uno de los países con más presos por habitante (segundos en la región, muy por encima de Argentina o Brasil). Pero como decía Milton Romani refiriéndose a la estrategia de “Guerra contra las drogas” incrementar la violencia lo que logra es precisamente incrementar la violencia.
El aumento exorbitante de la cantidad de presos (casi 11 mil) no generó mayor seguridad, sino por el contrario ha sido un factor agravante.Todo el sistema punitivo requiere una discusión profunda partiendo del fracaso de la cárcel como único mecanismo de castigo a la infracción penal. Ni como disuasión ni como rehabilitación ha demostrado ser eficaz. Otras concepciones como las penas alternativas a la prisión o las formas de justicia restaurativa, merecen una consideración mayor en este debate.
No es cediendo ante el griterío y las maniobras políticas de la derecha que nuestro país podrá dar respuestas mejores a esta problemática compleja.
ARTICULO PUBLICADO EN LA DIARIA 10 octubre 2016
Reglamentación sindical es mala palabra en nuestro país, forma parte de los sueños reaccionarios fracasados, de las distopías (una palabra de moda lamentablemente) de quienes no quieren ningún gremio y mucho menos un sindicalismo clasista e independiente de patrones y de gobiernos. Independiente pero no indiferente, como ha reiterado el PitCnt.
Si el argumento es asegurar servicios imprescindibles para la población cuya interrupción prolongada puede generar riesgos para la vida o la salud, está muy claro que la normativa actual prevee la declaración de esencialidad que ha sido usada (y abusada). Basta recordar la de la enseñanza.
En mi opinión el reciente paro docente por los episodios de violencia en un liceo plantea un problema muy distinto a la reglamentación. Refiere a una discusión de culturas y estrategias.
En cuanto a estrategias, en un contexto donde hay muchos actores jugando fuerte para aislar a los sindicatos docentes y ponerlos como los malos de la película, parece raro que éstos no consideren esta situación para definir formas de lucha que los fortalezcan en lugar de seguir debilitándolos. Las críticas de la ministra a los paros y de los gremios a la ministra, y de la oposición política a los gremios y al gobierno, más las ridiculizaciones de algunos periodistas que asignan al paro la intención de agrandar el “feriado largo”, se parecen a un sainete cacofónico, donde no es posible entrar en el tema de fondo. Para algunos el gobierno es un represor como la dictadura y para otros está claudicando ante los gremios.
Pero el paro no es el problema sino la violencia en centros educativos y sobre eso las propuestas han tenido poco destaque mediático.
En materia cultural, cabe señalar que la violencia en los escuelas o liceos no es un fenómeno aislado de otras manifestaciones como la violencia doméstica, la violencia de género y de generaciones. Recordemos la violencia contra las mujeres y los niños cuya expresión más extrema son los feminicidios e infanticidios. Como señalan los artículos de Lucía Vernazza y Adriana Cabrera en Dínamo 5 hubo 32 niños y adolescentes asesinados y 26 mujeres lo fueron en manos de su pareja o expareja, en 2015. Más de 31 mil denuncias por violencia doméstica en ese año y 1908 niños atendidos por situaciones de violencia (400 por abuso sexual) . Pero además un estudio de Unicef y Mides constata que 54 % de los niños uruguayos fue sometido a un método violento de disciplina en el mes anterior a la encuesta. Es claro que sufrir violencia reiteradamente aumenta las probabilidades de desarrollar conductas violentas en esta franja etárea y luego como adultos.Si agregamos las altas tasas de suicidios en adolescentes (11 cada 100 mil) y la cifra todavía más impactante que 10% de los adolescentes intentó autoeliminarse, veremos otro de los efectos extremos de la violencia.
La violencia en los vínculos empezando desde el hogar forma parte de los grandes debates societarios. Como el que convocó Pepe Mujica el 19 de junio de 2012 hablando de la vida y la convivencia. Sigo creyendo que fue de las pocas veces que se salió de la defensiva en materia de inseguridad ciudadana, de las recetas autoritarias y estigmatizantes, basadas en el miedo, para plantear un debate de los que importan realmente. Es una lástima que se haya reducido a siete zonas primero y luego desapareciera en este período de gobierno. Porque el problema continúa.
En este tema de la violencia son necesarias políticas sostenidas que podrían incluir talleres regulares entre dirección de los centros educativos, docentes, familias,alumnos y actores comunitarios, con recursos, tiempo, equipos interdisciplinarios. La jornada de reflexión convocada por el Consejo de Secundaria puede ser un muy buen inicio. La experiencia de las Mesas Locales de Convivencia y Seguridad Ciudadana ha sido buena. ¿Porqué no contar para esos emprendimientos con los municipios y el entramado social en todo el país ? En Montevideo los Consejos Vecinales que se eligen el próximo 30 de octubre son actores a incluir. El sistema educativo no puede verse como un ente aislado. Insistamos en lo que es obvio: las familias y la comunidad son actores educativos. No hablamos de una iniciativa puntual sino una parte de la currícula, donde los participantes aporten sus miradas distintas, al diagnóstico local en primer lugar (las situaciones son diferentes) y a la construcción de políticas y planes locales.
Construir (¿recomponer?) la alianza entre docentes, familias y comunidad me parece un objetivo fundamental. Los esfuerzos sociales, sindicales, gubernamentales, culturales, territoriales, tienen allí un espacio de articulación necesario.
Artículo publicado en Semanario Voces 28 de setiembre 2016