Un giro favorable en el escenario

Escribe Pablo Anzalone
Colectivo El Taller

El levantamiento del decreto de esencialidad reencauzó una compleja situación creada la semana pasada. La esencialidad para los docentes tuvo varios efectos significativos. En primer lugar generó un clima de indignación y de rechazo en todos los sectores vinculados con la educación, en el movimiento obrero y en buena parte de la opinión pública. Incluyéndonos. Al contrario de lo que procuraba incrementó notablemente la movilización de los gremios, el acatamiento de las medidas, la afiliación. Motivó la mayor marcha de la enseñanza en décadas, impresionante demostración.
En lugar de facilitar las negociaciones salariales las dificultó colocando un obstáculo para proseguir con las mismas, después del primer paso dado el 21de agosto. Dio pie a despropósitos como comparar este gobierno con el de Pacheco o con el fascismo y estas movilizaciones con las luchas contra la dictadura.
Hubo debates jurídicos sobre la posibilidad o no de aplicar esencialidad a la educación. Desató una polémica dentro del Frente Amplio y en el sistema político. En el Partido Nacional pasaron de culpar a los gremios de todos los problemas a apoyarlos contra la esencialidad. Una chicana más. Dentro del Frente Amplio hubo muchas opiniones contrarias y algunas a favor. Y también quienes entendieron que apoyar al gobierno era acompañar la medida aunque no se la compartiera.

El nuevo giro de la situación ha descolocado a quienes pretendían un agravamiento de la confrontación, hasta desembocar en una crisis política mayor. Hoy critican a Tabaré y al gobierno por no endurecer más la postura. En mi opinión eso sí hubiera debilitado al gobierno y por el contrario, saber rectificar es un signo de capacidad política.

En suma se discutió poco de presupuesto y menos aún de educación.

Desde hace varios años se insiste con responsabilizar a los docentes de todos los pendientes en este campo, que son muchos y se omiten o minimizan los avances que sí ha habido. La idea subyacente es que con mano dura contra los docentes (o eliminando la representación docente en los organismos de conducción) se podrán obtener mayores logros. Más allá de que se pueda coincidir o no con las posiciones de los gremios en cada momento, hay un contrasentido en aspirar a grandes cambios en la educación sin contar con los docentes, sin ganarlos para una perspectiva transformadora, sin profesionalizar su función, sin recomponer el reconocimiento social a su labor, sin buenos salarios. Sin fijarse metas y objetivos para su trabajo, incentivando económicamente su cumplimiento, incorporando los saberes docentes y promoviendo su compromiso.
El salario docente es uno de los componentes de una política que pretenda atraer a personas capacitadas que vuelquen lo mejor de sí a los alumnos o a jóvenes que apuesten a la carrera docente como proyecto de vida. Hoy se hace difícil encontrar quien quiera serlo. Es verdad que el salario real docente de aumento 64% desde 2005. No hay que desestimar los avances efectuados en los gobiernos frenteamplistas. Pero no es suficiente. La base era demasiado baja. Y el conjunto de los salarios aumentaron 49% en el mismo período. Un artículo de Guillermo Alves en http://t.co/kh83hoAx29 reflexiona sobre el tema.

Está claro, de todas maneras, que no alcanza con aumentar los salarios, para promover transformaciones de fondo.
Si el objetivo es dar un salto en calidad en la educación durante este período, las estrategias y las líneas de trabajo deben estar sobre la mesa con claridad. Como señala Pablo Martinis en Cuadernos del Taller, esenciales deben ser los lineamientos del programa de gobierno en el tema.
(https://cuadernosdeltaller.com/2015/08/26/lo-esencial-de-la-educacion/)

Hay tres temas que no deberían soslayarse en el debate presupuestal:
a) el incremento de los ingresos por ej. con impuestos al decil más rico de la sociedad. b) la reasignación de recursos desde sectores no prioritarios como los gastos militares. c) la necesidad de alcanzar el 6% para la educación utilizando adecuadamente los recursos .

Al mismo tiempo no se puede pensar desde compartimentos estancos. Nuestra sociedad sigue postergando a los niños en muchos aspectos. Para empezar en los niveles de pobreza. No podemos pensar en la educación sin considerar la pobreza infantil que perdura. Una quinta parte de todos los niños del país vive bajo la línea de pobreza según ingresos, el doble que el promedio del país. Si hablamos de niños menores de tres años la pobreza triplica el promedio nacional (32,75 % contra 9,7%). Si pensamos en las necesidades básicas de estos niños las cifras son mucho mayores, desde la inseguridad alimentaria a la violencia cotidiana que sufren. Por lo tanto las dificultades para los aprendizajes también. Uno cada cuatro niños vive en condiciones de hacinamiento y en los hogares pobres el hacinamiento llega a 44,5% de los niños. Hablamos de educación, de salud, de vivienda, de recreación y cultura, de protección social, de derechos que están siendo vulnerados. Con sus especificidades pero con mirada integral.
No debemos desentendernos de nuestros niños.
La educación es un desafío de todos. Precisa de una alianza entre la sociedad, los docentes y el gobierno para construir una perspectiva distinta.

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