La difícil construcción de lo contemporáneo y de lo complementario
Decía San Agustín : “Qué es el tiempo? Si nadie me pregunta, yo lo sé. Si alguien me pregunta, yo no lo sé”. El enigma del tiempo deriva del hecho de que el tiempo, por ser cambio, no se deja aprisionar en mediciones estancas. Hay siempre un antes y un después que queda fatalmente fuera de cualquier medición. Fue por esa razón que las ciencias sociales y las humanidades inventaron las estructuras-modos de poner el tiempo entre paréntesis-. Pero la gran razón del enigma es que el tiempo, en cuanto cambio, es ambiguo, ya que significa tanto mutación como cristalización de la mutación. Veamos las dos preguntas siguientes. ¿Por cuanto tiempo recordaremos la pandemia? ¿Cómo va la pandemia a caracterizar “nuestro” tiempo? La primer pregunta apunta para el cambio y la segunda para la cristalización del cambio. Por esta razón, el hecho de que , eventualmente, olvidemos la pandemia no significa que la pandemia se olvide de nosotros. Se la recordará siempre por la marca que imprimirá a las consecuencias, adaptaciones y hábitos que surgirán de ella, aunque nosotros los atribuyamos a otras causas.
¿Cuál será la marca de la pandemia del nuevo coronavirus? La respuesta es, por ahora, especulativa, pero merece la pena ensayarla. Pienso que va a provocar un sacudón tectónico en nuestro modo de ver y sentir la sociedad en dos líneas de quiebre: la jerarquía temporal entre el antes y el después y la jerarquía natural entre lo inferior y lo superior.
Las opciones serán dramáticas a largo plazo y en el mejor de los casos, dos nuevos órdenes temporales surgirán destacados: contemporaneidad y complementariedad.
En sus versiones hegemónicas (liberal y marxista) el pensamiento eurocéntrico está dominado por el evolucionismo, en términos que la relación entre el antes y el después es siempre una relación entre lo peor y lo mejor. Esta idea ha sido expresada de muchas formas: civilización, progreso, desarrollo, globalización. Fue esa idea la que, sobre todo a partir del siglo XIX , consolidó la división del mundo entre Norte y sur. Los paises del Sur global, que en gran parte estuvieron sujetos al colonialismo europeo, fueron considerados paises de pueblos primitivos, atrasados, del tercer mundo, subdesarrollados. La jerarquía temporal fue la justificación para la jerarquía económica, social, política, cultural y epistémica.
La actual pandemia vino a sacudir profundamente este sentido común, en la medida en que algunos paises considerados menos desarrollados, mostraron haber sabido defender mejor la vida de sus habitantes que los paises mas desarrollados. A pesar de que la pandemia se expandió por el mundo a varias velocidades, las estadísticas sugieren que no hay una correlación directa entre la defensa de la vida frente a la pandemia y el nivel de desarrollo del país . Si los datos revelan algo es que, por el contrario, los paises llamados muy desarrollados tuvieron un grado de respuesta y de desempeño en la contención de la propagación de la pandemia inferior a los paises llamados menos desarrollados.
El ejemplo paradigmático son los Estados Unidos “el país mas desarrollado del mundo” , la primera economía del mundo, cuyo combate a la pandemia es propio de un Estado fallido, un concepto inventado por el Norte Global para designar (y estigmatizar) a algunos de los paises del Sur Global. La designación Estado fallido fue posteriormente sustituída por la de Estado frágil, pero el análisis de la realidad que buscaba retratar no cambió en nada. Puede contra argumentarse que el fracaso en la lucha contra el virus fue un accidente que no altera en nada los conceptos y las jerarquías de base. Es verdad que la defensa de la vida, de la cantidad y la calidad de la vida siempre fue un criterio de jerarquización de los paises, por muchos indicadores la jerarquía entre el Norte y el Sur globales se mantiene. Pero hay un dato nuevo y una pregunta potencialmente desestabilizadora. Los desempeños inferiores en la defensa de la vida por parte de los paises del Sur, además de ser medidos por criterios formulados por los paises del Norte, ocurren en un contexto de relaciones internacionales que insisten en someter a los paises del Sur a sucesivas invasioens, imposiciones, interferencias, guerras y saqueos por parte de los paises del Norte. Al contrario estos nunca sufrieron tales asaltos por parte de los paises del Sur. ¿Y si ,en hipótesis, los hubieran sufrido?
Los EUA están “protegidos” de interferencia e invasión por dos oceanos. Cuando se sintieron amenazados en la frontera sur comenzaron a construir miles de kilómetros de muro, insondables electrificaciones y vigilancias e internaron a sus potenciales invasores en campos de concentración, incluyendo niños. El coronavirus es el primer invasor de la historia de los EUA, un invasor cuya fuerza no puede ser neutralizada por el poderío militar. Por ser tan nuevo, hasta les cuesta cree que sea de hecho un invasor. De tan habituados a invadir paises, los EUA tuvieron una dificultad real para ponerse en la piel del invadido. Delante de tal invasor, revelaron la misma debilidad que siempre imaginaron en los paises que invadieron, tantas veces, impunemente. Solo que, esta vez, la debilidad es real. Los EUA imaginaron armas de destrucción masiva en Iraq, que facilmente podrían neutralizar. Ahora parecen víctimas de un arma real, y no imaginaria, de la que no parecen ser capaces de defenderse.
La pandemia no invierte las actuales jerarquías del sistema mundial. Este se apoya en tres dominaciones: el capitalismo, el colonialismo y el patriarcado. Mientras ellas se mantengan el Norte Global continuará imponiendo sus reglas desiguales al Sur global. Lo que la pandemia revela es que no es la superioridad que genera la jerarquía sino que es la jerarquía la que genera la superioridad. Revela también que la jerarquía temporal es el resultado de una violenta amputación de tiempos históricos. Los paises del Sur no vinieron después, no llegaron “atrasados” a la historia global. Existían antes y en ocasiones con culturas milenarias que antecedieron el contacto con el Norte. Son posteriores porque el colonialismo separó violentamente su pasado de su futuro.
La pandemia abre la oportunidad para una transformación epistémica, cultural y ética que permita ver la diversidad entre países como diferentes formas de la sociedad global de ser contemporánea de sí misma. La diversidad no enriquece la experiencia del mundo sino por la vía de la complementariedad. Lo que sólo será posible en la medida en que vayan ganando fuerza las luchas anticapitalistas, anticolonialistas y antipatriarcales.
La segunda jerarquía, esa arquetípica, de la modernidad eurocéntrica es la jerarquía natural, que define, ex natura lo inferior y lo superior. Tiene muchas vertientes . Me interesa aquí solo una de ellas. La jerarquía entre la naturaleza y la sociedad /humanidad. Curiosamente la jerarquía natural tiene implícita una jerarquía temporal, pero inversa de la anterior. En este caso quien viene después es superior a quien estaba antes. Esa narrativa natural-temporal es muy específica y contextual, y muchas otras narrativas competirán con ella dando cuenta de otros modos de concebir las relaciones entre la naturaleza y la humanidad.
Como sabemos la Biblia no es un documento occidental, lejos de eso, pero fue apropiada tempranamente por el cristianismo occidental y convertida en orden filosófico natural. En el orden bíblico de la creación el ser humano es la última creación, aquella en que el creador puso mas complacencia. A partir del siglo XVI en adelante, la superioridad natural del ser humano se convirtió en el privilegio de someter la naturaleza a sus intereses y diseños. Este privilegio era como una compensación por la abrumadora inferioridad del ser humano en relación con la divinidad. El infinito no disponible con el que la divinidad se impuso al ser humano fue compensado con el infinito disponible de la naturaleza, la naturaleza infinita, infinitamente disponible para servir a la humanidad.
Esta jerarquía también está siendo desestabilizada por la pandemia, tanto por lo que es como por lo que se anuncia a través de ella. La sociedad global no está en una guerra defensiva contra el virus. No creo que la metáfora de la guerra nos ayude a comprender la condición de nuestro tiempo.
Pero si hay guerra, entonces tiene más sentido imaginar que la naturaleza se está defendiendo. El nuevo coronavirus es un emisario que solo impone de forma insidiosa y violenta su misión de ser recibido por los poderes del mundo. Y su mensaje es claro: ¡un Basta! dicho en el único idioma en el que aprendemos a temer a la naturaleza, el lenguaje de los peligros que no pueden convertirse en riesgos asegurables. Ahora se recuerda que la recurrencia de las pandemias está vinculada a los modelos económicos que han dominado en los últimos siglos. Estos modelos causaron la desestabilización fatal de los ciclos vitales de regeneración de la naturaleza y, por lo tanto, de toda la vida que conforma el planeta y la vida humana es una fracción minúscula. La contaminación del aire, el calentamiento global, los fenómenos meteorológicos extremos y la inminente catástrofe ecológica son las manifestaciones más obvias de esta desestabilización. !Suficiente! Es un grito cuyos decibelios se miden por el número de muertos.
Al igual que con la jerarquía temporal, para que la sociedad humana escuche este grito, lo entienda y esté dispuesta a tenerlo en cuenta, debe sufrir una transformación epistémica, política y ética. La naturaleza y la humanidad son contemporáneas y complementarias. Somos la naturaleza vista desde el otro lado de la dicotomía. Y, desde esta perspectiva, considerar la naturaleza como totalmente disponible y consumible y participar en la explotación ilimitada de los recursos naturales fue un proceso histórico de autodestrucción. El concepto de autonomía de la humanidad en relación con la animalidad natural, del que habla Theodor Adorno y Max Horkheimer, aunque es comprensible en el contexto histórico en el que lo hicieron, debe ser reemplazado por un concepto de autonomía sostenible, construido en complementariedad, la vida de la humanidad y la del planeta en su conjunto. La autonomía que implica la esclavitud del otro siempre termina en la esclavitud propia. Ser esclavo de esta autonomía vale lo mismo éticamente que la autonomía de los esclavos.
BOAVENTURA DE SOUSA SANTOS es Doctor en Sociología del Derecho por la Universidad de Yale y profesor en la Facultad de Economía de la Universidad de Coimbra. Director del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coimbra y Coordinador Científico del Observatorio Permanente de Justicia Portuguesa.
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