LA IMPUNIDAD NO ES UNA VIROSIS por Milton Romani

La impunidad no es una virosis. Pero tiene olas pandémicas que aparecen y aparecen esparciendo escarnio, vergüenza y más impunidad. Ha habido avances. Grandes avances. Y no cesan. Allí están presentes los fallos impecables de algunos jueces y fiscales. Está la consecuente actitud del Dr. Perciballe.

Algunos, hoy quieren aparecer como impolutos adalides de la justicia. Como dice un querido amigo: ¨me quedo con la parte buena¨. Si. Pero no olvido. Ni la omisión, los errores y ni la concupiscencia contra los valores de la verdad y la justicia. Porque eso ha hecho mella en nuestra institucionalidad, en la memoria y en la historia de nuestra comunidad. La publicación en La Diaria por parte del periodista Leonardo Haberkorn, por pedido de acceso a la información, de nuevos elementos sobre el asesinato del Dr. Wladimir Roslik, las implicancias del Gral. Daniel Castellá y declaraciones ofensivas del Gral Manini, no solo ofenden la moral publica. Demuestra el fracaso rotundo de quienes quieren enterrar clandestinamente el pasado. El inteno ominoso de enunciar la palabra ¨solidaridad¨ como acto de cuerpo frente a una sesión de tortura. Parece insólito argumentar esto públicamente, pero mas insólito es que se haga en el ámbito del parlamento, y quiera seguir imponiéndose como aquel sofisma sanguinetista de ¨la lógica de los hechos¨.


Se ha extendido durante más de 40 años el ocultamiento de hechos repugnantes que lesionan nuestra humanidad. El sello de silencio ¨solidario al decir de Manini (y el solo hecho de usar ese término es una secuela vergonzosa de la impunidad) que en código mafioso siciliano se llama ¨omertᨠdebería ser abordado como un síntoma a desterrar. En una institución que tiene por cometido el componente militar de la defensa. Que tiene una delegación de toda la ciudadanía que le entrega, generosa, el monopolio del uso de las armas y del ejercicio de la violencia. Los uniformados han preferido que los cuarteles de la patria sigan siendo cementerios clandestinos y el destino de los cuerpos siga siendo una prenda de victoria ignominiosa. Todos los ejércitos del mundo entregan los cuerpos cuando finalizan las contiendas. Es un imperativo moral. Mucho más imperioso cuando no fue, como quieren insistir muchos, una guerra. Y vuelve, siempre vuelve. Como los cuerpos de los desaparecidos, los hechos ocultados, negados. Los arquitectos e ingenieros de aquel supuesto ́cierre ́ indigno, deberían haber pensado que esta gangrena iba a erosionar nuestra convivencia democrática.

Primó el encubrimiento, la ¨solidaridad¨ con aquellos militares que usaron al Estado en provecho propio y también como herramienta de terror, tortura y desaparición. Que las Madres y Familiares, la ciudadanía de buena fe nunca iba a olvidar. Que iba a haber como hay, fiscales, jueces y periodistas, militantes políticos y sociales que no iban a resignarse e iban a buscar, a denunciar. Que en definitiva Hugo Cores derrotado en aquel Congreso del Frente Amplio en 2003, antes de la victoria electoral, tenía razón. La moción presentada a nombre del PVP afirmaba que, se debían anular “las normas que los contradigan, sobre las cuales existen fundados cuestionamientos de los organismos internacionales de derechos humanos”. La tesis, supuestamente pragmática sustentada por Eleuterio Fernández Huidobro, expresó que ¨se podía renunciar a todo, menos a ganar el gobierno¨.

El camino para hacer resplandecer la justicia sin embargo no se amilanó. Las secuelas y consecuencias de esa lógica supuestamente pragmática ha demostrado la falsedad y la perversión de todo tipo: institucional, humanitaria, jurídica y política. No ha sido precisamente una contribución para la convivencia pacífica. Ningún tipo de impunidad, mucho menos de crímenes En algunas ocasiones, solidaria de una concepción mecánica, estrecha, y limitada de lo que es el ¨poder¨. Mejor dicho de los ¨poderes¨. Que son relacionales, no reducibles solo al factor militar, constituyentes de un entramado complejo, que para cortarlos democráticamente, se puede hacer todo, menos cooptarlos. El poder no es una plataforma a tomar. Como el capital, que no es dinero o propiedades. Está constituido fundamentalmente por relaciones. Como la vida.

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