Escribe Pablo Anzalone
artìculo publicado en Semanario Voces 3 nov 2015
Estamos conmovidos por los asesinatos de 130 personas inocentes en Paris, y – tal vez con menos exposición mediática- las 224 personas que murieron en el avión ruso derribado en el Sinaí y los más de cien hombres y mujeres alcanzados por una bomba en Turquía. El llamado Estado Islámico (EI) ha asumido la responsabilidad por estos crímenes repudiables. Las grandes potencias están desplegando una amplia ofensiva militar aérea para destruirlo. Una penetrante campaña va construyendo la imagen de esta desconocida amenaza. La religión musulmana y quienes la practican, los emigrantes sirios y otros, están siendo mostrados como parte de ese enemigo oscuro, el terrorismo. Es una operación mediática que sirve asimismo al EI asimilándolo a todos los musulmanes. Se teoriza incluso sobre el choque de civilizaciones.
Sin embargo falta en este relato la responsabilidad de las políticas de EEUU y de la Unión Europea en Medio Oriente y África. El analista norteamericano Jeffrey D. Sachs señala que los atentados actuales pueden llamarse “terrorismo de efecto bumerán” porque son el resultado terrible de las reiteradas intervenciones estadounidenses y europeas para derribar gobiernos e implantar nuevos regímenes “amigos”.
Hay muchos elementos sobre las acciones de la CIA durante los 80 para entrenar y armar a jóvenes suníes para luchar contra la URSS en Afganistán, contratando a Bin Laden para liderar esos combatientes, alentando la ideología yihadista.
Con la retirada soviética de Afganistán, la presencia militar norteamericana cada vez mayor en la región dio pie a la exacerbación de la ideología yihadista que decía defender las tierras del Islam contra los ataques exteriores. Los intereses económicos vinculados con el control del petróleo y con la venta de armas han sido determinantes.
La guerra de EUA contra Irak en 2003 con una argumentación probadamente falsa de armas de destrucción masiva, alentando a la creación de un régimen chiita, contribuyó a radicalizar a muchos suníes y acrecentó el poder de los yihadistas. El derrocamiento de Gadafi en Libia contó con la intervención directa de EEUU, Francia e Inglaterra así como el golpe de los generales egipcios contra el gobierno de los Hermanos Musulmanes fue apoyado por los norteamericanos. En Siria, EEUU, Turquía y Arabia Saudita impulsaron un enfrentamiento armado que despedazó al país en un intento de derribar al gobierno. La desestabilización superó las fronteras nacionales alcanzando a gran parte de la región.
Ninguna de estas intervenciones armadas norteamericanas, europeas o rusas condujo a la creación de gobiernos democráticos, ni siquiera estables y mucho menos a situaciones de paz. Antes al contrario el resultado han sido guerras civiles, desplazamientos de la población civil, enormes sufrimientos, contextos de caos. Ese ha sido el caldo de cultivo del Estado Islámico. Así las potencias crearon riesgos mucho mayores de ser objeto de atentados terroristas. La imagen de Putin y Obama discutiendo cual será el futuro de Siria, quién gobernará ese país destruido, es muy elocuente sobre el problema que da origen al terrorismo. ¿Cuantos soportarían eso para su propio país?
Pensar en una solución militar al terrorismo del EI, es repetir la experiencia del aprendiz de brujo. Los bombardeos masivos no pueden sostener gobiernos ni sociedades distintos. Pueden destruir mucho. La violencia masiva, el terrorismo de los estados es el fundamento de más terrorismo individual, más adhesión a la ideología yihadista. Esas guerras están dejando países destrozados. Aún hoy potencias occidentales compran el petróleo al EI sustentándolo económicamente. Deberíamos apoyar activamente la propuesta de Podemos en España de declarar un embargo de armas en la región. Mientras que una estrategia de mediano y largo plazo hacia la pacificación debería encarar inversiones en agricultura, infraestructura, educación, salud.
¿Cuál será el escenario mundial si continúan las estrategias hegemónicas de hoy? Sin duda uno mucho peor para todos.