“LA RENOVACIÓN IDEOLÓGICA ES UNA NECESIDAD” Entrevista a M.Fernández Galeano*

Fernández Galeano apoya la candidatura de Pacha Sánchez

Nos recibió en su oficina de la Organización Panamericana de la Salud y como siempre se mostró dispuesto a hablar de política. Le preguntamos sobre el juicio de Philip Morris, sobre el Frente Amplio (FA) y sus elecciones internas. Hablamos con Miguel Fernández Galeano, un militante frenteamplista de todos los tiempos, un ser político que dice lo que piensa, sin guardarse nada.

Rolando W. Sasso

El ex subsecretario de Salud Pública, actual frenteamplista independiente, reflexionó que habrá que trabajar mucho para recuperar a la fuerza política que todos queremos, para que siga siendo la herramienta de cambio que requiere el pueblo uruguayo.

¿Qué puede rescatar del período en que fue edil de la Junta Departamental de Montevideo?
Fui edil suplente por el MPP de Tota Quinteros y Graciela Possamay, donde tuve varias veces la oportunidad de ser coordinador de bancada. Fue un momento muy interesante porque en ese período instalamos la idea de que más allá del peso que tuvieran los distintos sectores, era importante que en el primer gobierno progresista que tenía el país, estuvieran expresadas todas las fuerzas y la síntesis política que era el FA.
Participamos de un momento muy importante del Frente, porque a diferencia de muchos problemas que tenemos hoy, importaba por encima de todo, el proyecto político. Había una preeminencia del proyecto por sobre lo sectorial y más aún sobre el destino personal de los que estábamos militando allí. Eso es una cosa que el Frente tiene que recuperar y espero que la instancia de las internas, coloque de nuevo esa idea de trascender lo sectorial –sin negarlo– y que los sectores mayoritarios permitan que todos los puntos de vista se expresen.

Pero había diferencias entre los sectores…
Sí, había diferencias, no era una cosa idílica, pero esas diferencias eran superadas por la idea de que nada era más potente que incorporar el punto de vista de todos. Y eso no era un acto de mera generosidad ingenua, porque la unidad es una necesidad política y no un tema de buenos modales. Hay que entender la unidad como factor de síntesis; se insiste mucho con que Seregni matrizó la idea del consenso (que lo pronunciaba de manera particular) pero el FA siempre tuvo grupos hegemónicos y grupos minoritarios, y el mejor desempeño del Frente fue cuando el grupo hegemónico incorporaba el punto de vista de las minorías. Ese es el FA que hay que rescatar.

El Frente ha cambiado, ya no es el mismo del 71, ni el del 85, ni el del 90…
No lo es, tampoco es el del 2000 o el del 2005 cuando ganamos el gobierno nacional. Porque entre otras cosas se agotó el proyecto político. No quiere decir que no haya más nada que hacer, quiere decir que –como en el amor– cuando se agota hay que buscar nuevas maneras de recrear la razón de ser del FA, que es que la gente viva mejor. Y todavía hay mucha gente que vive muy mal y todavía hay mucha desigualdad.
Entonces lo que hay que hacer ahora es pensar cuál es la agenda política de la fuerza –no sólo del gobierno– para seguir transformando la situación social, política, económica y cultural del Uruguay.
Esa agenda hay que elaborarla no haciendo más de lo mismo, ni haciendo igual lo que se ha demostrado que no funciona. Si en materia económica hacemos lo que históricamente se ha hecho, es decir, vienen los períodos contracíclicos y yo me retraigo, en lugar de pensar una política proactiva, sería no tomar en cuenta que nosotros rompimos muchos mitos. La crisis no empezó ahora sino en el 2008 y nosotros dijimos que el contexto externo no es el que explica la existencia de políticas transformadoras, sino que lo explica la voluntad política de trabajar para resolver el problema de la desigualdad, del salario de los trabajadores que es un elemento central.
Esto rompe con todas las teorías económicas y sin embargo estuvimos siete años haciéndolo, pero ahora volvemos al miedo de que el salario traiga inflación. Nadie dice que el salario tenga que mantener el nivel de crecimiento que tenía, pero que no pierda su poder adquisitivo.

La agenda del FA tiene que construirse en contacto con la gente, pero ¿se ha perdido el contacto con la gente?
Se ha perdido en términos reales, lo cual es muy grave, y se puede perder la sensibilidad política de que es con el movimiento social que se construyen las transformaciones. El FA es una condición necesaria, pero no suficiente para los cambios. Los cambios solo se pueden producir si hay un bloque social y político para sostenerlos. Esto es muy obvio, pero cuando llegamos al gobierno, parece que eso puede olvidarse y no hay nada peor que el gobierno fagocite al partido, que el gobierno se coma la política y terminemos teniendo una nomenclatura de cargos en el gobierno, sin diálogo con la gente.

¿Y dónde está la clave?
La clave es el modo de hacer y de construir pensamiento y acción política, en diálogo muy directo con la gente y desarrollando respaldos para las transformaciones con niveles de autonomía importantes. Como siempre decían los viejos anarquistas, el movimiento sindical y social tienen que tener un grado importante de autonomía de los partidos y del Estado. Y yo siempre pensé que la fuerza política tiene que tener autonomía del gobierno y el gobierno su autonomía de la fuerza política.
Una cosa es que el gobierno deba mantenerse fiel a las grandes carreteras del programa y otra es que el gobierno tenga que responder miméticamente a lo que diga la fuerza política. Ahora bien, la fuerza política tiene que tener capacidad de crítica, capacidad de reacción frente a lo que el gobierno hace y dice. Por eso me pareció bien cuando al Pacha Sánchez le preguntaron por el aumento de $ 200 a los jubilados, dijo “es un error político”. Nosotros tenemos que recuperar la capacidad de pensar críticamente como fuerza política, lo cual no significa ponerse a tirarle piedras al gobierno.
Todo esto tiene que ver con una idea gramsciana de hegemonía cultural que yo la sintetizo así: cuando vi la encuesta donde le preguntaban a los uruguayos por la razón de la pobreza y el 70% respondió (después de dos gobiernos nuestros) que era por la gente que no quiere laburar, entendí que estábamos perdiendo la batalla ideológica. Si la gente que nos vota entiende que el pobre es producto de la holgazanería, es porque estamos perdiendo la batalla cultural. Entonces esa es la batalla que tiene que dar el Frente.

¿Cómo recuperar el ida y vuelta con la gente? Porque los Comités de Base no funcionan…
Es una herramienta que hay que rescatar, pero hay que generar otras. Mirá, la primera cosa es laburando mucho. Hay que tener la capacidad de trabajar muchas horas para que la gente se movilice y te crea. Yo recuerdo en la campaña del 71, cuando iba al Comité que estaba a cuatro cuadras de mi casa, que ahí estaba la gente. Era la herramienta del momento y la edad media entonces era de 25 años.

Pero ahí se discutía de política, lo cual no sucede hoy…
Porque ahí no llegaba el orden del día oxidado de la Mesa Política. Ahí no había senadores barriales –con todo respeto a los compañeros que son delegados– porque el problema es cuando los que representan a un organismo se conforman con ser los representantes y no se preguntan a quién representan. Porque para saber lo que piensan los frenteamplistas tenés que fajarte en discusiones políticas con los frenteamplistas.
¿Cómo recuperar las dinámicas participativas? Yo creo que, con creatividad, con audacia y trabajo y para eso se precisa gente joven.

¿Qué papel debe cumplir la ideología en ese rescate del Frente?
Tiene que jugar un papel muy importante sin partir de un modelo ideológico totalmente acabado por el cual haya que caminar. Yo pienso hoy –a través de mi experiencia política– que la construcción de la ideología es un proceso muy dinámico, interactivo y que no es una fórmula cerrada. Hay que saber que la renovación ideológica es una necesidad muy importante, que hay que trabajar en ese plano, pero para que eso acontezca, hay que abordar el tema de la formación. No con esquemas viejos, sino creando foros ciudadanos para construir ideología y pensamiento. Aprovechando lo que haya del tema acumulado, reconstruir, renovar y recrear un marco ideológico amplio para un frente y una coalición como el FA, cuidando de no matar los múltiples sectores que tiene, en términos de proyectos estratégicos.

Yo voto al Pacha
Esto no lo dije en ningún lado, lo digo acá por primera vez. A mí me hablaron para ser un eventual candidato de consenso a la Presidencia del Frente Amplio y aunque es algo que me halaga, yo pensé que estaba manejándose el nombre de un tipo que podría ser mi hijo. Todavía no había sido nominado, pero me di cuenta que para dinamizar el Frente se precisa energía, entrega y una cuota de riesgo – que te guste o no, después de los 50 tenés menos y después de los 60 tenés menos aún– y Pacha tiene casi treinta años menos que yo. Para construir en el Frente hay que recorrer y buscar la realidad incansablemente, eso es imprescindible. Hay que estar con la gente, generar herramientas de diálogo, escuchar y lograr credibilidad. Correr el riesgo de equivocarse, reconociéndolo y rectificar el rumbo. Dar lugar a la emancipación de las cabezas y a que la gente se sienta construyendo políticas.
Por todo eso voto al Pacha sin importarme el sector político al que pertenece.

La demanda de Philip Morris
Se ganó el juicio y fue un triunfo para el país, pero si Uruguay hubiera sido pusilánime cuando la tabacalera amenazó con llevarnos a juicio, si no hubiéramos tenido la decisión política de seguir el camino trazado, aunque la multinacional se opusiera, hubiéramos seguido una política antitabaco tibia. Hubiéramos retrocedido en el tema perdiendo soberanía, aun sabiendo que el tema era justo. Acá lo que hubo fue voluntad política de pisar cayos para seguir transformando, porque si no tenés voluntad de tocar intereses no cambiás nada.

*Entrevista publicada en El cambio.uy. 23/7/16

El Colorado Fernández Galeano
Le dicen el Colorado y es del barrio La Mondiola, de toda la vida. Nació en 26 de Marzo y Luis Alberto de Herrera y sigue viviendo allí, “donde estaba el boliche de mi abuelo Galeano, que se vino de España y con mucho sacrificio puso almacén, bar y cancha de bochas”, dice. En ese tiempo La Mondiola era barrio, barrio. Fue al liceo Nº 7 Joaquín Suárez y a partir de las movilizaciones por el boleto estudiantil, comenzó su militancia. Después pasó al Iava y estuvo en la formación del FER (Frente Estudiantil Revolucionario). Militó en el Comité de Base del FA, dentro de las tendencias más de izquierda. Luego participó en la discusión que dio paso a la fundación del PVP en Buenos Aires. Después vino el exilio en España y el retorno al país donde se graduó de médico en 1990.
Fue edil de la Junta Departamental de Montevideo: 1990-95; director general de la División Salud de la Intendencia capitalina: 1995-2000; director general de Salud y Programas Sociales de la Intendencia de Montevideo: 2000-2005; subsecretario del Ministerio de Salud Pública: 2005-10; presidente de la Comisión Honoraria Administrativa del Fondo Nacional de Recursos: 2005-10; presidente de la Comisión Nacional de Lucha contra el Sida: 2008-13; actualmente es consultor de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en sistemas y servicios de salud.

UNA OPORTUNIDAD PARA REACCIONAR por Pablo Anzalone

El 24 el Frente Amplio da un ejemplo de democracia política para el país, eligiendo su presidente y todas sus autoridades representando bases y sectores, a nivel nacional y departamental, a través del voto de sus adherentes. En un sistema político que corre el riesgo de alejarse de la población, este tipo de consultas son oxígeno para sus protagonistas. Aunque voten menos que las elecciones anteriores, serán una apuesta a encarar los problemas con la gente y no lejos de ella.

Desde que asumió el gobierno nacional el Frente Amplio no ha podido definir una estrategia propia que no reduzca la política a la gestión de gobierno. Tampoco ha buscado con tenacidad e iniciativa formas de relación con las organizaciones sociales para sumar fuerzas en pos de los procesos de cambio. Le ha costado dar la lucha ideológica contra las ofensivas de la derecha y muchas veces son sus propios debates los que ocupan la escena política.

En mi opinión, el problema principal es la dificultad para rescatar la política como práctica colectiva para transformar la realidad en cada plano donde hay desigualdades y falta de derechos.

Como ya se ha demostrado no alcanza una presidencia con buenas intenciones, aún si tiene disposición a movilizar la vida interna y el accionar externo. Se precisan muchas voluntades y debate político fraterno, que formulen la estrategia y la pongan en práctica con planes de trabajo, campañas movilizadoras, mojones claros para la población.

Lo primero para cambiar al FA es darse cuenta que nos jugamos el destino político como izquierda y como país. Este es el tiempo político para reaccionar. Luego puede ser tarde.

El contexto regional nos muestra que los procesos de izquierda pueden ser derrotados por derechas neoliberales por elecciones o por golpes. Pero aún los golpes como en Brasil son posibles por las debilidades y los errores de la izquierda.

El gobierno frenteamplista ha dado algunos pasos que lo distancian de su base social y política. Por ejemplo, las pautas salariales que comprometen el salario real y motivaron un enorme paro general. Está a tiempo de corregirlos, como hizo con la detención del Antel Arena. Hay un debate sustantivo sobre las estrategias de desarrollo y sobre  las políticas de acumulación de fuerzas.

Reconstruir la agenda de cambios profundos implica retomar la iniciativa. Pero esos temas no deben concebirse sólo como políticas de gobierno, sino también como acciones de la sociedad civil, de los movimientos sociales o iniciativas partidarias. El Frente Amplio tiene una oportunidad para salir del letargo y la inercia, para poner prioridades en la agenda y transformarlas en acción, dinamizando una confluencia social y cultural amplia.

Este proceso eleccionario comenzó sin debate político. Sin embargo hoy los candidatos han desplegado opiniones interesantes sobre varios temas, con una posición crítica y autocrítica hacia la fuerza política. En particular quiero señalar mi coincidencia profunda con Roberto Conde cuando plantea la necesidad de lograr un acuerdo en la estrategia de la izquierda ante la crisis del capitalismo. Defender lo logrado es lo primero y que la crisis no la paguen los sectores populares. ¿Cómo seguir? Requiere pensamiento crítico y respuestas innovadoras. Y también mi acuerdo  sustancial con Pacha Sánchez sobre “transitar una nueva etapa en la vida del Frente Amplio, en la cual será necesario escuchar mucho, hacer más y seguir soñando con una sociedad sin excluidos”. Comparto su énfasis en que todos los que quieran aportar al FA puedan hacerlo de múltiples formas, combinando acciones presenciales y participación en redes. Acuerdo que precisamos romper el statu quo que existe en el FA dando los debates que definan al proyecto político de la izquierda y sus valores. Y lo conviertan en acción política, en protagonismo popular, en prácticas colectivas transformadoras.

Es una lástima que el Pacha y Roberto no hayan logrado sumar fuerzas en esta consulta.

LA DEMOCRATIZACIÓN DE LA POLITICA por Pablo Anzalone*

Que las izquierdas alcanzaran el gobierno en muchos países de América Latina y lo mantuvieran  durante más de una década a través de varias consultas electorales, es un hecho histórico sin precedentes en el continente. Casi sesenta millones de personas dejaron la pobreza y 28 millones la indigencia, medidas por ingresos. Todos los razonamientos que hagamos para entender los avances, los errores, las limitaciones de las políticas llevadas adelante, no deben perder de vista ese hecho trascendente en sociedades profundamente desiguales.

Olin Wright propone dos preguntas a toda propuesta de transformación de las instituciones existentes: a) ¿mejora la vida de las personas ahora? b) ¿nos mueve en dirección a una sociedad más justa y humana? No por evidentes pueden dejarse de lado estos parámetros para iniciar una reflexión crítica.

Las recientes derrotas de la izquierda en Brasil, Argentina y en las elecciones parlamentarias de Venezuela, hacen imprescindible un análisis crítico y autocrítico.

Las visiones lineales de la historia hace tiempo demostraron su escasa eficacia para analizar los hechos. Ni la idea del desarrollo incesante de las fuerzas productivas y su contradicción inevitable y superadora con las relaciones de producción como motor de la historia, ni las concepciones instrumentalistas del poder como un objeto a tomar, resolviendo “mágicamente” desde esa acción el conjunto de contradicciones y desafíos de la transformación social. Por el contrario un análisis de procesos complejos requiere ver los escenarios globales y nacionales, las transformaciones en las estructuras, tanto económicas como culturales y políticas y también las fuerzas en pugna, las prácticas sociales que son condicionadas por dichas estructuras pero a su vez pueden influir sobre ellas y transformarlas.

Para el análisis de los “progresismos” en América Latina resulta necesario incorporar tres tipos de protagonistas: los gobiernos, los partidos y las fuerzas sociales. ¿Se fortalecieron, se debilitaron, se dividieron, se unieron, ampliaron su base de apoyo, lograron objetivos específicos que se planteaban, generaron procesos nuevos de acumulación de fuerzas? Las visiones que reducen las respuestas de estas preguntas a sí o no, blanco o negro, amputan la riqueza de estos procesos y dificultan una autocrítica seria.

Un plano a considerar es el debate ideológico, la lucha por la hegemonía en materia cultural. Vivimos en sociedades conservadoras, donde los proyectos revolucionarios fueron derrotados muchas veces, con largas dictaduras que dejaron su huella y un neoliberalismo avasallante ideológicamente. El triunfo electoral de la izquierda coexistió con esa influencia cultural conservadora. Muchas veces, la subestimación de las batallas ideológicas en aras de un pragmatismo o una visión tecnocrática, termina reafirmando muchos valores del neoliberalismo y debilitando “el espíritu de los cambios”. La subjetividad no es un aspecto menor de los procesos sociales, ni una consecuencia más o menos directa de las mejoras en la condición socioeconómica.

Boaventura de Sousa Santos en el primer número de Dínamo lanzaba una afirmación fuerte “Es verdad que el progresismo fue hecho con las maneras antiguas de hacer política y por eso los resultados están ahí. Y facilitaron realmente la entrada de la derecha”.

Tal vez lo más interesante es desmenuzar cuales fueron las formas nuevas o antiguas de la política en estos procesos, qué tanto dejaron incólumnes las estructuras políticas tradicionales y cuánto lograron cambiarlas.

La democracia debe ser reinventada, dice Boaventura, con creatividad, desarrollando nuevas formas de hacer política donde las organizaciones sociales participen activamente en consultas e implementación de las políticas públicas. Esta democratización de la política  debe alcanzar también a los partidos. “Es una manera totalmente distinta de hacer política y además la única que puede impedir que el dinero domine las decisiones  político-partidarias y lograr que la corrupción deje de ser endémica”. De esta forma se abre una articulación posible entre democracia representativa y democracia participativa.

Otros pensadores importantes como Ernesto Laclau y Chantal Mouffe proponen la radicalización de la democracia como estrategia finalista retomando a Gramsci para replantear la lucha por la hegemonía, sin “leyes necesarias de la historia”, ni sujetos esenciales a priori. Este enfoque incluye  las batallas tácticas y va más allá para “redefinir el proyecto socialista en términos de una radicalización de la democracia; es decir, como articulación de las luchas contra las diferentes formas de subordinación —de clase, de sexo, de raza, así como de aquellas otras a las que se oponen los movimientos  ecológicos, antinucleares y antiinstitucionales”.

Un artículo interesante de Franciso Panizza señalaba hace ya unos años que la profundización de la democracia es uno de los nudos centrales de los procesos latinoamericanos bajo gobierno de las izquierdas. De su análisis de las lógicas democráticas de representación surge una clasificación en partidistas, societarias y personalistas. No son excluyentes dice Panizza y todas ellas aisladamente tienen peligros para la democracia. Sin duda la lógica partidista es dominante en la democracia liberal. Pero el monopolio partidista de la representación puede conducir a la colonización del Estado por los partidos bloqueando la integración de otros actores al sistema político, creando verdaderas partidocracias o tecnocracias distanciadas de la población. No olvidemos la influencia de las desigualdades estructurales en el ejercicio de los derechos políticos incluyendo los mecanismos no democráticos en la financiación de partidos y campañas electorales. Por otro, lado la lógica de representación  societaria pone el énfasis en la sociedad civil como ámbito privilegiado de la democracia y la lógica de representación personalista se apoya en el liderazgo donde juegan componentes afectivos e identitarios. Panizza sitúa una gran tarea común a los gobiernos de izquierda latinoamericanos, la “democratización de la democracia”  cuya implementación sea diferente en cada país.

Democratizar el Estado y la sociedad son cuestiones interdependientes.

Democratizar la política incluye ambas dimensiones, porque ella no puede reducirse al Estado, sino que también abarca una buena parte del accionar de las organizaciones sociales y a los partidos. Si los partidos son organizaciones sujetas al poder unipersonal u oligopólico de un puñado de dirigentes, si sus militantes, adherentes o votantes no tienen opciones para participar de sus discusiones y decisiones, si las distancias entre dirección y bases son muy grandes, si los colectivos no tienen formas de contralor ético y político sobre sus representantes, hay grandes posibilidades de que las estrategias que lleven adelante no contribuyan a la democratización profunda de la sociedad. Algo similar aunque con características propias puede suceder con los movimientos sociales. Las políticas públicas pueden ser mucho más que decisiones gubernamentales, sino construcciones compartidas por distintos actores.

Romper con el patriarcado, con el racismo, con la discriminación etaria y por orientaciones sexuales, con la estigmatización de los adictos, con la violencia cotidiana en el hogar, en el deporte, en la sociedad, construir una convivencia distinta, no son aspectos menores,  secundarios frente a las cuestiones económicas. No son cuestiones privadas, separadas de la política y el Estado. Forman parte esencial de la agenda política a gestar, tanto en sus dimensiones tácticas, en las luchas actuales, como también en el horizonte de proyectos societarios distintos al capitalismo tardío que vivimos hoy.

Pensar la economía es otro capítulo de las reflexiones sobre democratización. Como decía hace poco Richard Wolff “los adultos pasan la vida en el trabajo y en el trabajo no hay democracia” reivindicando un modelo cooperativo y autogestionario.

Democratizar el Estado significa problematizar la distancia con la población, abrir nuevos y múltiples canales de participación, romper con el “autismo estatal” y con las lógicas clientelísticas de captura del Estado por los partidos. En este campo están  las iniciativas para aumentar la transparencia, garantizar  el acceso a la información, utilizar los medios electrónicos de acceso y participación, el Gobierno electrónico y más aún el Gobierno Abierto.

En Uruguay la participación de los usuarios de la salud tanto en la base como en la conducción del SNIS es una de las claves de la reforma sanitaria, con muchas más luces que sombras. En cambio la creación de Comisiones de Participación por centro educativo, un instrumento fermental para construir procesos pedagógicos más amplios, ha sido resistido desde los ámbitos gremiales y recibió escaso impulso desde las autoridades. Vale insistir que la participación social no puede reducirse a la elección de representantes. Un punto central es el desarrollo de prácticas colectivas, de procesos amplios donde la población participe como protagonista de las transformaciones.

Mucho antes de acceder al gobierno nacional la izquierda promovió estrategias de  Descentralización  Participativa, con base territorial. Existe  una larga experiencia en este sentido y constituye un grave error desestimarla  desde la política nacional en estas nuevas etapas. La descentralización participativa implica nuevas formas de distribución del poder y la construcción de nuevos poderes, la gestación y/o fortalecimiento de actores comunitarios, la consulta a la población y su involucramiento en las decisiones, la cogestión entre la comunidad y el Estado de emprendimientos y servicios. Acotarla a los temas locales es una forma de impedir su profundización. Por el contrario lo local, lo departamental y lo nacional deben articularse para responder a los problemas de la población en cada territorio y eso incluye las posibilidades de participación democratizadora. El Presupuesto Participativo, las Asambleas de Salud, las Redes de salud, de infancia, de adultos mayores, de medio ambiente, son ejemplos muy ricos sobre los cuales hay que reflexionar críticamente e innovar creativamente. Desarrollos teóricos como los de Planificación Participativa y Gestión Asociada constituyen aportes a integrar en estos debates.

La financiación de los partidos y las campañas electorales es uno de los nudos que pone en evidencia los mecanismos por los cuales el dinero, el poder económico, incide en la política. La corrupción se vuelve estructural en algunos contextos, afectando al conjunto del sistema político. Pero aún en los casos en que no alcanza esas dimensiones,  el dinero es un gran factor de poder antidemocrático en la política. En Uruguay vemos las financiaciones anónimas que tuvo el Partido Colorado, las donaciones empresariales que predominaron en las finanzas del Partido Nacional pero que también llegaron al FA, las donaciones encubiertas por el cobro de tarifas diferenciadas por parte del oligopolio de la TV, la incapacidad de la Corte Electoral para realizar los controles mínimos sobre lo declarado por los partidos. Son aspectos que afectan la calidad de la democracia. Los principios de transparencia y rendición de cuentas han tenido muchas dificultades para implementarse efectivamente.

La reducción de la política a la gestión de gobierno es un grave problema para la izquierda. Las distancias y los sistemas de relaciones que el Estado genera en relación con la población encasillan la política adjudicando roles bien acotados: elegir los gobernantes cada 5 años. Durante el resto del tiempo los ciudadanos son espectadores conformes o críticos y las fuerzas sociales desarrollan sus reivindicaciones específicas.

La política como acción colectiva y de masas sobre problemas de la sociedad no puede perder relevancia por el hecho de que la izquierda llegue al gobierno. Por el contrario debería dar un salto en calidad. Ni encerrados entre las cuatro paredes de la institucionalidad, ni anémicos apéndices del gobierno, las organizaciones políticas pueden  ser un centro de prácticas políticas hacia y con la población, con capacidad de iniciativa y movilización ciudadana, un dinamizador de ciudadanía activa y a la vez estructuras democráticas y participativas a su interna. Las fuerzas sociales son parte central de la lucha por una hegemonía antineoliberal, integrando demandas distintas en proyectos comunes, defendiendo sus intereses particulares pero desplegando también propuestas y acciones sobre los problemas generales.

Los gobiernos, los partidos y las fuerzas sociales pueden, desde sus roles, características y contradicciones, pero en alianzas, sumando fuerzas, promover formas de hacer política que salgan de los moldes tradicionales, que los superen o los complementen. Ese tipo de prácticas requiere cambios en las estructuras políticas del Estado y a la vez son condición para esas transformaciones.

*Publicado en DÍNAMO/La Diaria

http://ladiaria.com.uy/media/editions/20160613/la_diaria-20160613-dinamo_2.pdf

Víctor Abelando comenta las intervenciones sobre los desafíos de la izquierda

Víctor Abelando fue el moderador de la última mesa del ciclo de debates: La crisis del capitalismo, una mirada desde la izquierda, destinada a intercambiar sobre los desafìos de la izquierda. Participaron en la misma Carmen Beramendi, Pablo Anzalone, Rodrigo Arocena, Alejandro «Pacha» Sánchez y Alvaro Portillo. La mesa redonda tuvo lugar en la Huella de Seregni el 10 de diciembre de 2015.

Segunda parte de la intervención de Pablo Anzalone

Segunda parte de la intervención de Pablo Anzalone durante la mesa redonda destinada a los desafíos de la izquierda. En la misma participaron también Carmen Beramendi, Rodrigo Arocena, Alvaro Portillo y Alejandro «Pacha» Sánchez. Moderó Vìctor Abelando. La misma se realizó el 10 de diciembre de 2015 en la Huella de Seregni

Pablo Anzalone habla sobre qué izquierda necesitamos

Pablo Anzalone, Director de la Salud, 2005-2007 y 2010-2015, y Director de RRHH, 2007-2010, de la Intendencia de Montevideo durante su intervención en la última mesa redonda del ciclo de debates «La crisis del capitalismo, una mirada desde la izquierda». Esta vez sobre el tema «Los desafìos de la izquierda». Con Alejandro Sánchez participaron Carmen Beramendi, Rodrigo Arocena, Alvaro Portillo y el actual Presidente de la Cámara de Diputados, Alejandro Sánchez. Moderó Víctor Abelando. La misma tuvo lugar el 10 de diciembre de 2015 en La Huella de Seregni.

Rodrigo Arocena durante la segunda parte de su intervención sobre los desafíos de la izquierda

Rodrigo Arocena, ex Rector de la Universidad de la República, durante su intervención en la última mesa redonda del ciclo de debates «La crisis del capitalismo, una mirada desde la izquierda». Esta vez sobre el tema «Los desafìos de la izquierda». Con Alejandro Sánchez participaron Carmen Beramendi, Pablo Anzalone, Alvaro Portillo y el actual Presidente de la Cámara de Diputados, Alejandro Sánchez. Moderó Víctor Abelando. La misma tuvo lugar el 10 de diciembre de 2015 en La Huella de Seregni.

Rodrigo Arocena, ex Rector de la UDELAR, en la última mesa redonda del ciclo de debates

El ciclo de debates impulsado por un grupo de frenteamplistas independientes llegó a su fin con la mesa redonda destinada a los desafios de la izquierda. En este video participar Rodrigo Arocena, ex Rector de la Universidad de la República, Carmen Beramendi, Alvaro Portillo, Alejandro Sánchez y Pablo Anzalone.

Alejandro Sánchez opina sobre los desafíos de la izquierda

Alejandro «Pacha» Sánchez, Presidente de la Cámara de Diputados, durante su intervención en la última mesa redonda del ciclo de debates «La crisis del capitalismo, una mirada desde la izquierda». Esta vez sobre el tema «Los desafìos de la izquierda». Con Alejandro Sánchez participaron Carmen Beramendi, Rodrigo Arocena, Alvaro Portillo y Pablo Anzalone. Moderó Víctor Abelando. La misma tuvo lugar el 10 de diciembre de 2015 en La Huella de Seregni.

¿Qué izquierda? ¿Qué FA? Alvaro Portillo en el debate

Alvaro Portillo contestando a las preguntas ¿qué izquierda? ¿qué Frente Amplio? en la última mesa redonda del ciclo de debates, «La crisis del capitalismo, una mirada desde la izquierda», el 10 de diciembre de 2015 en La Huella de Seregni.

Momento de preguntas en el ciclo de debates: La crisis del capitalismo, una mirada desde la izquierda II

Comenzó el Ciclo de debates: La crisis del capitalismo, una mirada desde la izquierda. Esta vez la mesa consideró el tema Uruguay, la región y el mundo y contó con la participación de Milton Romani, Constanza Moreira y Roberto Conde. Presentaron el ciclo, Mónica Xavier, Javier Cousillas y Pablo Anzalone. Contamos con la moderación del periodista Lucas Silva. En este video, Milton Romani habla sobre Podemos y el Frente Amplio.

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Ciclo de debates: Uruguay, la región y el mundo

Presentación del ciclo: Pablo Anzalone y Javier Cousillas

Apertura: Mónica Xavier

Panelistas: Roberto Conde, Constanza Moreira, Milton Romani

Moderador: Lucas Silva

Jueves 10 de setiembre, 19.30hs

Local: La Huella de Seregni (Germán Barbato 1431)