Formas de hacer política en el ciclo progresista. Autocríticas de la izquierda. Por Pablo Anzalone

Los actuales triunfos de la derecha en Brasil, Argentina y Venezuela, son el resultado de un conjunto de factores que requieren un análisis en profundidad. Algunos surgen de la nueva situación internacional. La crisis del capitalismo central iniciada en el 2008 y la  reorganización del escenario mundial en curso, tuvo como consecuencias el fin del boom de los comodities (materias primas y alimentos), la retracción de las inversiones ,el aumento del poder del sector financiero y el comienzo de un período de recesión en América Latina.

La derecha económica, social, religiosa y mediática que siempre retuvo y en algunos casos aumentó su poder, se rearmó políticamente. Antes con Piñera  y ahora con Macri ensayó la idea del gobierno como gerenciamiento tecnocrático y empresarial para obtener el voto popular. En otros casos como Paraguay aplicó un golpe empleando sus mayorías parlamentarias con argumentos insostenibles utilizando abusivamente artículos de la Constitución. Ese modelo fue el que ahora se aplicó en Brasil. Desestabilizar, agravar la crisis política y económica y una violenta polarización, forzar  las normas democráticas, no fue un obstáculo con tal de volver al gobierno. Esa falta de límites es parte del escenario actual. Pero sobre todo la derecha se embanderó con el cambio, luchó y muchas veces logró aparecer como la alternativa de cambio ante la población. Ocultando su verdadero programa de gobierno, tomando algunas de las políticas sociales exitosas de los gobiernos progresistas y “representando” un abanico heterógeneo de demandas de la sociedad. En esa construcción de una nueva hegemonía (o en el resurgimiento de la hegemonía neoliberal, tan profunda y duradera), utilizó eficamente la concentración del poder de los medios de comunicación.

Al mismo tiempo en estos procesos  jugaron un papel clave los errores de la izquierda en el gobierno, en algunos casos graves errores. Por eso es imprescindible una reflexión crítica y autocrítica, de gobiernos, de partidos y también de movimientos sociales progresistas. No hay un solo actor sino por lo menos esos tres grupos de protagonistas  en los procesos populares de cambio. Reivindicamos esa perspectiva que dejan de lado  las visiones estadocéntricas, vanguardistas o el reduccionismo al rol de líderes carismáticos como Lula, Chavez, Cristina, Evo, Tabaré o Pepe.  Un  análisis autocrítico y propositivo, en profundidad, sin tirar el niño con el agua y sin arrogancia teórica o política. Sin generalizar rápido tampoco, porque los procesos han sido muy heterogéneos. Allí también ha estado su riqueza,en un mundo donde los paradigmas totalizadores han fracasado.

Hay muchos aspectos a analizar. El vínculo con los movimientos sociales, la relación con la población y la capacidad para movilizarla, el rol de los medios de comunicación, la lucha por nuevos valores o la adaptación a los predominantes, el modelo productivo extractivista, la redistribución de los ingresos  y la riqueza, los cambios estructurales en salud,educación, protección social, la actitud hacia formas económicas no capitalistas, entre otros puntos críticos, que podrían acercarse a un concepto muy abarcador como es la capacidad para generar una nueva hegemonía.

En este artículo nos centraremos en un punto: las formas de hacer política (y en particular la política como actividad de masas), que se desarrollaron en el ciclo progresista latinoamericano.

La reducción de la política a la acción de gobierno debilitó el rol propio de los partidos, restringiéndolos al Estado, empobreciendo su vida interna, afectando su vínculo con la población, su papel en el debate ideológico, su capacidad de iniciativa política. Hay una larga historia de como la cooptación de los partidos por el Estado tiene efectos muy negativos  sobre los primeros. El estalinismo y la socialdemocracia europea son ejemplos claros.

El tipo de organización y de democracia interna en los partidos progresistas es muy distinto de un proceso a otro, pero se puede  reflexionar si  el tipo de política predominante  debilitó la participación mayor de militantes, adherentes, y sobre todo de la población, en las formaciones politicas. Si la política la hace solo el gobierno, el accionar y las discusiones de la fuerza política, se verán como peligros y no como posibilidades fermentales. En un momento donde la vinculación por la web gana terreno en todos los órdenes de la vida, las organizaciones progresistas no utilizaron con creatividad este nuevo campo para democratizar sus debates, sus resoluciones y su capacidad de escucha a la población. El ejemplo de Podemos muestra que es eso es posible y también  que esa es una condición necesaria, pero no suficiente, para democratizar el poder interno.

Para enfrentar los desafíos actuales, la democracia interna  debe ir junto con la unidad. La unidad es otro duro aprendizaje, muchas veces fallido, en los procesos de la izquierda. Una larga historia de sectarismos, dogmatismos y luchas fraccionales pesa todavía. Las discrepancias legítimas sobre las estrategias muchas veces no logran procesarse en un debate enriquecedor que construya  síntesis política y unidad de acción. El FA tiene una experiencia rica en ese plano, pero le ha costado oxigenar su funcionamiento con nuevos instrumentos democratizadores, para pasar de algunos miles de participantes a cientos de miles. Sin contraponer militantes y votantes, generando la categoría de participantes.

La izquierda se convirtió en opción de gobierno cuando sumó todos los descontentos con el neoliberalismo de los 90, responsable de altísimos niveles de sufrimiento social. En un momento  mundial de retroceso  frente al neoliberalismo arrollador  América Latina  mostró que otro modelo de país era posible y disputó esa hegemonía. Sin marco teórico ni ideológico común, retomando las mejores tradiciones de cada país, integrando en algunos casos a la población indígena, reivindicando la dignidad y los derechos de los postergados sociales y políticos.

Se puede hablar como dice Ernesto Laclau de la construcción del sujeto “pueblo”, para analizar estos procesos sociales. Laclau  propone el concepto de hegemonía como la herramienta fermental para pensar esa diversidad de luchas y para replantear una nueva política  para la izquierda. Ante  la crisis del pensamiento crítico plantea  refundar el proyecto finalista sobre la idea fuerza  de  una democratización radical de la sociedad. Frente al proyecto de una sociedad jerárquica y cada vez más desigual  la izquierda debe promover una radicalización de la revolución democrática.

Los avances en democratización son variopintos, heterogéneos y con grandes capítulos pendientes en nuestros procesos. En Uruguay la existencia de Consejos de Salarios, las políticas hacia trabajadores rurales y domésticas generaron derechos nunca antes respetados. La legalización del matrimonio igualitario, la interrupción voluntaria del embarazo, la regulación de la marihuana, fueron pasos hacia una sociedad menos discriminadora. La ley de Servicios de Comunicación Audiovisual es un ejemplo en América Latina con una perspectiva garantista de las libertades y disposiciones que eviten la concentración de poder en pocos medios. Por algo hubo tantos ataques y resistencias para su implementación.

Una reforma política que llegue a la financiación de las campañas electorales y los partidos todavía  brilla por su ausencia. Ese es un capítulo pendiente de gran trascendencia. El poder económico tiene hoy muchos privilegios para actuar en política, solventar costosas campañas electorales, asegurar desigualdades. Alcanza ver y escuchar al parlamento brasileño. Venimos de países signados por la corrupción de sus élites políticas y si la izquierda en el gobierno no rompió con ella, y pretendió utilizarla para sus fines, los resultados fueron catastróficos. Entre ellos la ruptura de la coherencia ética entre discurso y acción, desmoralización de los militantes, ajenidad u hostilidad de la población, descrédito. La derecha utiliza eficazmente esos errores/horrores, mientras hacen la vista gorda o defienden a los millionarios implicados en los Panamá Papers. Garantizar publicidad electoral gratuita, restringir el resto, prohibir grandes donaciones y donaciones empresariales para los partidos, efectuar controles efectivos sobre la financiación, publicar las declaraciones patrimoniales de  gobernantes y legisladores, dar transparencia a estos aspectos, son algunas medidas básicas .

Como dice Perry Anderson sobre Brasil “  una vez que se acepta el precio de entrar en un sistema político enfermo la puerta se cierra detrás y el partido se reseca  convirtiéndose en un enclave del Estado” . Por eso democratizar el sistema político en sus nudos críticos se vuelve una tarea principal. Conquistar la democracia contra las dictaduras fue un cambio histórico para América Latina y  para la izquierda. Se aprendió a valorar la democracia y los derechos humanos y a entender la necesidad de ampliarlos cada vez más.

Una cuestión fundamental, en mi opinión, es qué rol le da la política a las personas, ya sea como ciudadanos o agrupados en fuerzas sociales. Si la política la hace sólo el gobierno, entonces, el papel del ciudadano se reduce a elegir cada cinco años y el de las fuerzas sociales a defender sus reivindicaciones particulares. Esta forma de hacer política es la tradicional, la que viene matrizada en el Estado capitalista y tiene mucho arraigo. En las democracias de baja intensidad que relata Boaventura de Souza  hasta allí se llegó y el resto está fuera del sistema, con la marginación o criminalización correspondiente.  Contraponer este modelo  a una situación de gran efervescencia, supone pensar que los períodos de auge de las movilizaciones de masas se pueden eternizar, lo que notoriamente no es así. Pero hay que aprender una lección de esos momentos en que la gente se siente protagonista: allí es donde se generan los cambios culturales más profundos.

Al proyecto progresista le ha faltado una democratización mayor de la política. Ninguna de las transformaciones estructurales en salud, educación o protección social es posible sólo desde el gobierno, sin participación activa de la sociedad, sin nuevos actores cuya voz se pueda expresar y puedan incidir en las decisiones. Esa participación  no es una resolución institucional, ni solo abrir o cerrar puertas, requiere una construcción amplia donde los actores sociales se fortalezcan a través de prácticas que los vinculen con la población. Es acción social y cultural sobre problemas existentes. No hay que desconocer  pasos significativos en esa dirección, como la participación social en el BPS, en el  SNIS, en la Anep, en la descentralización participativa territorial y otros. Con luces y sombras son caminos que van en una buena dirección. Cabe señalar, sin embargo, que no alcanza con poner representantes sociales si no hay más prácticas colectivas que involucren a la población en los cambios. Acción de masas y no solo representación social.

La creación de la  agenda  es una de las claves para luchar por la hegemonía. Si la derecha marca la agenda y el gobierno se defiende, este último llevará las de perder. Crear nuevos derechos como los  cuidados, a través del Sistema Nacional de Cuidados es romper con la lógica del ajuste y establecer desafíos para seguir avanzando en lo social. Lo mismo con el tema de la violencia doméstica. Si el modelo de política deja a la gente como espectadora, crítica o conforme, empezamos a perder la batalla cultural. De allí a la derrota política es un paso.

 

ALGUNOS INTERROGANTES PARA LOS FRENTEAMPLISTAS

Escribe Pablo Anzalone

La situación actual del Frente Amplio  exige una reflexión  sobre un conjunto de temas decisivos para la izquierda. Roberto Conde, Pacha Sanchez, Jose Bayardi, Javier Miranda están propuestos para presidir al FA y los frenteamplistas decidirán. Lo que está en juego no son sólo las capacidades o las dificultades  de estos compañeros para conducir al FA, sino las ideas fuerza que proponen. ¿Para qué elegir un presidente del FA? ¿Para hacer qué?

 – ¿Autocríticas o conformismos?  Rumbos  y estrategias del FA para el período.  El Frente Amplio desarrolló un proceso de autocritica interesante en los años 2010-2011 y se adoptaron resoluciones  sobre estrategia para el período. Hay  conceptos fuertes en las autocríticas y en las estrategias acordadas. La experiencia posterior demostró que no se transformaron  en planes de acción y eso merece análisis. Los ejes de acción 2016- 2020 deberían tener en cuenta aquellas definiciones.

 – ¿Hay acción política del FA hacia la población en la actualidad? La política no puede reducirse al funcionamiento del Estado y las campañas electorales cada cinco años. La historia de las luchas populares en Uruguay tiene sus puntos altos  en campañas de masas como los plebiscitos contra las privatizaciones, o  el “Noalabaja”. Hacer política con la gente exige una actitud de escucha y  propuestas que contribuyan a que la población  se involucre en procesos de cambio. De ahí la posibilidad de campañas políticas sobre temas priorizados.

Por ejemplo, una campaña por más igualdades. Es decir por una plataforma democratizadora. Una campaña por los derechos de la infancia y adolescencia (miremos experiencias como el “Noalabaja”, “Serjovennoesdelito”, etc.). Una campaña contra la violencia hacia la mujer, hay que decir “basta de feminicidios”, por un cambio en la sociedad patriarcal. O una campaña por el medio ambiente , por un mundo menos contaminado para nuestros hijos. Sumarse a iniciativas como el Plan Nacional de Agroecología. Apoyar  la política sobre drogas. Promover una política pública de alimentación saludable. Volver a levantar la estrategia por la vida y la convivencia, enriquecerla con iniciativas.  Construir planes de salud con la comunidad basados en objetivos sanitarios y acciones acordes. Replantear la educación como una tarea de muchos, incluyendo las familias, el entramado barrial. Una gran batalla es la democratización de los medios de comunicación, implementando la ley de medios aprobada. También la financiación de los partidos políticos y las campañas electorales son  un tema ineludible para democratizar el sistema político. Todos estos temas  hacen a cuestiones centrales de la sociedad, a sus valores, a la calidad de vida.  El FA puede ser un promotor de estas luchas, sin afan de control, sumando con otros. “Crear agenda” a nivel nacional con estos temas, es un tipo de política activa, que nos ha faltado como FA.

Tiene mucha razón Conde cuando señala que hay una actitud de izquierda ante la crisis del capitalismo mundial, que pasa por defender los avances logrados y profundizarlos, ampliando la agenda.

– ¿Podemos darnos el lujo de desestimar las alianzas sociales, de lesionarlas profundamente?  El FA  creció como fuerza política con un concepto estratégico central: la creación del bloque social de los cambios. Las ultimas décadas han modificado ese entramado social, debilitándolo en ciertos casos, fortaleciéndolo en otros. Existen  fracturas y contradicciones dentro de ese conjunto social.  Hay resistencias a los cambios y también apoyos. Pero de ninguna manera la estrategia de construir esas alianzas sociales ha perdido vigencia. Por el contrario las expectativas de que una opinión pública conservadora  pueda sustituir el respaldo popular han demostrado su fracaso. La tentación de contribuir a la estigmatización de los actores sociales populares es un camino suicida para la izquierda.

 – ¿Por qué seguimos teniendo  fracturas y desigualdades en tantos planos de la sociedad?  La reducción sustantiva de la pobreza y la indigencia, el descenso de la desocupación, la mejora del empleo,del salario real, de las jubilaciones, del salario mínimo, el incremento de la inversión social, son grandes logros a destacar. Al  mismo tiempo  hay graves  desigualdades por razones de clase, de edad, de género, de orientación sexual, de territorio y de etnia. No podemos resignarnos a ellas, ni dejar de señalarlas públicamente.  La pobreza infantil  continúa siendo un gran problema social  y  generar otras posibilidades para la infancia y la adolescencia es un desafío insoslayable. Hemos llegado a un punto en que la violencia de género (y las relaciones patriarcales), deben cambiar. El Sistema Nacional de Cuidados avanza hacia una protección social superior. En estas cuestiones el Frente Amplio debe   actuar políticamente.

 -¿Qué ha pasado en la vida interna del  FA ? ¿Es posible una revitalizacion? Un funcionamiento  basado en la recepción vertical de informes, solo conduce a la pasividad.  Por el contrario una estrategia  de movilización política necesita que la información circule informáticamente y el centro de la vida interna sea la discusión política y la acción hacia el barrio. Las instancias presenciales y los vinculos via web son complementarios y deben potenciarse unos a otros. Cursos, talleres, consultas e intercambios amplios, por via web, pueden aprovecharse mucho en este tiempo donde la conectividad se masifica.

No solo la estructura común se ha debilitado.Hay una crisis de participación y de producción de ideas en los sectores. Hay menos participación porque no hay nuevas ideas y formas de hacer política que convoquen y le den un lugar a la militancia.

Cuando se debilitan las ideas y la acción, crecen los sectarismos, las pugnas de poder sectorial o personal. Si la estrategia es esperar a que el gobierno haga las cosas, los militantes solo pueden  aplaudir o por el contrario enojarse, pero no   figura en esas opciones el “hacer” para que la sociedad  cambie.

 – Reivindicación de la política.  Frente el descreimiento cabe reivindicar la política como acción colectiva para transformar la realidad. No solo los partidos  hacen política, hay muchos otros actores. Pero los partidos no son sustituibles. Tiene un rol propio y articulado con el gobierno que va mas allá de elegirlo cada cinco años, es de seguimiento del programa y de debate de las encrucijadas estratégicas como el TLC o el TISA (como puso a consideración Tabaré). Son un grave error las afirmaciones de Javier Miranda que ponen al FA  en el casillero de “lo privado” y comparan el vínculo con su gobierno con el que puedan tener la Cámara de Comercio, la Unión de Bancos o la Asociación Rural con gobiernos de derecha.

Gobiernos, fuerzas sociales y partidos son los grandes protagonistas de los procesos de cambio en América Latina.

Miremos a los países vecinos, lo que haga el FA en los próximos años será definitorio por un largo período, creará avances o derrotas.