¿DÓNDE ESTÁ EL PELIGRO? por Pablo Anzalone

 

La problemática de la seguridad está dando pie para un endurecimiento del enfrentamiento entre la oposición y el gobierno. La táctica de los partidos tradicionales es elevar el nivel de confrontación pero sigue siendo muy pobre en análisis y en propuestas. Un debate de estas características no solo tiene efectos políticos sino también sociales y culturales.

Hay un doble reduccionismo en la prédica de la derecha: en el diagnóstico y en la terapéutica. Una y otra vez limitan la problemática de la violencia a las rapiñas, ignorando deliberadamente las distintas dimensiones que tiene en la sociedad actual. Al mismo tiempo sus propuestas son paupérrimas: la renuncia de Bonomi, mayor represión policial y aumento de las penas. Para ellos la renuncia de Bonomi es un acto de magia que mejorará la seguridad. La mayor represión policial y el aumento de penas es la misma fórmula repetida y fracasada desde la salida de la dictadura hasta ahora.

Esta concepción no solo invisibiliza las otras formas de violencia interpersonal, sino que promueve una única respuesta institucional: el encarcelamiento. Aunque incluso Comisionados Parlamentarios pertenecientes a los partidos tradicionales han hecho críticas y propuestas que van en otra dirección, el discurso hegemónico es siempre el mismo.

Me gustó una frase de Jorge Vázquez y la repito siempre que puedo: “tener más de 10 mil presos puede considerarse un éxito para la policía pero es un fracaso para el país”. Agregaría además que esa cantidad enorme de presos (2dos en el continente) no ha generado más seguridad, porque la cárcel no disuade, ni reeduca, ni reinserta, sino que muchas veces crea o agrava las “carreras delictivas”. Sin desconocer ni desvalorizar los esfuerzos puntuales de modelos carcelarios diferentes que se han desarrollado en este período, cabe concluir que un sistema punitivo que tiene a la cárcel como única forma de castigo, incrementará los niveles de violencia sin resultados positivos para la convivencia.

Se ha querido crear la imagen de que el único peligro que existe son los chorros, los rapiñeros contra quienes no se aplica suficiente mano dura.¡Resistir las rapiñas! Vociferan irresponsablemente. Incentivar el miedo, direccionarlo y manipularlo son estrategias deliberadas para producir efectos políticos y culturales.

Si fuera necesario un nuevo hecho para recordarnos las distintas formas de violencia existentes, bastaría mencionar la muerte de Nicolás Cuña un joven de 19 años en una trifulca próxima a un boliche el pasado fin de semana. O citar las miles de ocasiones en que mujeres son agredidas violentamente, por su pareja o ex pareja (hubo más de 30 mil denuncias por esta causa en 2015). O denunciar que más de 1900 niños debieron ser atendidos por sufrir violencia en 2015 (400 de ellos por abuso sexual). La violencia en centros educativos se reitera demasiado seguido. Las muertes por suicidio y por accidentes de tránsito duplican largamente la cantidad de homicidios.

Toda esta problemática (y no solo una pequeña parte de ella) afecta a la seguridad ciudadana y deteriora la convivencia, concebidas ambas como derechos humanos. Pero no es un escenario con un enemigo simple, caricaturizable, estigmatizable, sino que son diversos dispositivos de opresión y violencia, que requieren desmontarlos mediante una lucha integral, cultural, social e institucional.

Esas luchas hacen a la calidad de la democracia. Más que dejar que se conviertan en banderas de la derecha, actuando a la defensiva, concediendo a sus griteríos, una actitud democrática firme tiene que jerarquizar el tema, dar los debates en el plano ideológico pero también producir estrategias y tácticas concretas que muestren otra concepción de la convivencia y la seguridad. Las penas alternativas a la prisión, las formas de justicia restaurativa, y los mecanismos para apoyar y reparar a las víctimas deben forman parte este debate.

Hoy estamos pagando el precio de haber reducido el debate sobre seguridad a los partidos. Tal vez pueda considerarse una medida que desde el gobierno quite argumentos a la derecha porque le abre ámbitos y la obliga a formular propuestas. Sin embargo esa búsqueda de consensos significó que el Frente Amplio no desarrolló una campaña polemizando seriamente con las concepciones de la derecha en esta materia. Se perdió la principal enseñanza del “No a la baja”: hay que dar los debates ideológicos o la hegemonía será siempre reaccionaria. Es así que las propuestas de la derecha y sus enfoques tiñeron la agenda del diálogo multipartidario. ¿Seguir incrementando penas para el microtráfico? ¿Crear otro organismo paralelo a la Junta Nacional de Drogas?

La  actitud de los partidos de derecha demuestra que lejos de estar satisfechos, sin forma alguna de lealtad institucional, suben constantemente la apuesta.

Dejar afuera de este diálogo a las organizaciones sociales y culturales ha sido un error. El reciente Debate Nacional de Seguridad y Convivencia convocado desde las fuerzas sociales fue mucho más rico en sus reflexiones y propuestas.

ARTICULO PUBLICADO EN SEMANARIO VOCES    13 octubre 2016

TODO LO QUE HAY DETRÁS por Pablo Anzalone

El asesinato de Heriberto Prati despertó una gran indignación en vecinos de Carrasco, expresada en un caceroleo con mucha cobertura mediática. Inmediatamente el senador  Bordaberry promovió la interpelación al ministro Bonomi y subió la apuesta junto con Alianza Nacional proponiendo la censura y la puesta en marcha del mecanismo que prevee la disolución de las cámaras y una nueva elección parlamentaria. Esta medida fue rechazada por Javier Miranda y la bancada frenteamplista  por interpretarla como un atajo generador de inestabilidad y convocaron a una reflexión serena al respecto.

Más allá de las características del episodio (http://www.180.com.uy/articulo/64593_vos-no-te-animas-a-dispararme-a-mi-sos-muy-cagon) , de la conveniencia o no de resistir las rapiñas (http://www.elobservador.com.uy/el-crimen-carrasco-norte-y-un-argumento-antipático-n979582 ) y de las reflexiones que desde las redes señalaban la desigual sensibilidad frente a otros asesinatos en barrios populares o el tono clasista de la pretensión de “fichar” a todos los habitantes de un asentamiento cercano, dos grandes temas quedaron fuertemente instalados en el debate nacional. Uno es la cuestión de la seguridad pública y el otro las intenciones de una parte de la oposición de generar un quiebre político del proceso democrático normal.

El entusiasmo de la oposición ante la movilización de los vecinos de Carrasco, le dio ánimos de radicalización a una confrontación con el gobierno que ya tiene muchas señales políticas. Los intentos, hasta ahora fallidos, de generar una protesta de masas liderada por la derecha, le darían otro sustento a los anuncios de “gobierno en retirada”. Aunque no tengan los votos la pretensión de disolver las cámaras eleva el listón para la derecha, plantea un objetivo ambicioso y constituye un mensaje claro de desestabilización y quiebre antes de 2019.

Visto que las características de la lucha política en Uruguay no dan para tanto en la actualidad, uno no puede dejar de asociar las aspiraciones de la oposición con los procesos brasileños, venezolanos y paraguayos. La derecha uruguaya tiene una fuerte vocación internacionalista y múltiples vínculos con sus pares ideológicos de la región. Los triunfos de estos les parecen un augurio de los propios. Si aquellos pudieron derrotar a la izquierda sin necesidad de dictaduras, usando los múltiples mecanismos de poder que siguen teniendo, ¿porqué no aquí? Tal vez la seguridad y la corrupción, transformadas en discursos grandilocuentes, sean la llave para recuperar el gobierno. Por eso, tomar la iniciativa política y radicalizar la confrontación parece ser un negocio redituable para ellos que galvaniza la opinión pública de derecha y deja al gobierno y al Frente Amplio a la defensiva. Corren, sin embargo, dos riesgos no menores: quedar lejos de la sensibilidad popular más amplia, dando una imagen desaforada, y por otro lado provocar una reacción del Frente Amplio que vaya más allá de una declaración y reactive una movilización política hoy muy alicaída.

Las buenas intenciones en relación con el resto del sistema político y la ausencia de un debate ideológico claro contra la derecha, no le han dado buenos resultados al Frente Amplio. Y la declaración reciente sigue en esa línea.

En el tema de la seguridad reducir el diálogo a los partidos, sin poner las tintas en las discrepancias y dejando afuera a todo el mundo social y cultural achicó el escenario y las propuestas. Las señales y los contenidos estuvieron teñidos de las propuestas de la derecha. Se dejó de lado lo que construyó y acumuló la campaña por el “No a la Baja” y la estrategia, más rica, sobre la vida y la convivencia que planteó Mujica el 19 de junio de 2012.

La realización del Debate Nacional de Seguridad y Convivencia promovido desde las organizaciones sociales y  DINAMO número 5 (http://ladiaria.com.uy/seccion/dinamo/) , aportan a un enfoque mucho más amplio, que no minimiza el tema sino que lo sitúa en otras claves.

Para empezar hay que  reconocer que la violencia tiene distintos ámbitos y formas.  Se trata de encararla integralmente, sin recetas simplistas que terminan agravándola. La relación de muertes violentas arroja cifras muy significativas donde los suicidios llegan a 18 c/100 mil habitantes, las muertes en tránsito 14,6 (bajaron 2 años seguidos) y los homicidios están en 7,8.

La violencia doméstica, que es de género y generaciones, vinculada al patriarcado y su cultura, ocupa un capítulo importante. Los artículos de Lucía Vernazza y Adriana Cabrera en Dínamo denuncian que  hubo 32 niños y adolescentes y 26 mujeres asesinados en 2015. Mientras que en 2005 hubo 5.612 denuncias por violencia doméstica, en 2015 se llegó a 31.184. Un promedio de 85 denuncias por día. El año pasado 1908 niños fueron  atendidos por situaciones de violencia (400 por abuso sexual). Los episodios de violencia en centros educativos han sido notorios en los últimos tiempos. Al mismo tiempo una investigación reciente de Unicef y Mides constató que 54 % de los niños uruguayos fue sometido a un método violento de disciplina en el mes anterior.

¿Cómo no vincular esa violencia reiterada con conductas y dispositivos de desarticulación social?

Hay que recordar también las altas tasas de suicidios en adolescentes (once cada 100 mil) y otra cifra impactante: 10%  de los adolescentes intentó autoeliminarse. Sí, diez cada 100 adolescentes. No son hechos inevitables, ha habido valiosas experiencias de prevención en los barrios como la de Último Recurso en la zona del Cerro (en convenio con la IM que lamentablemente no se continuó).

La violencia en el deporte sigue siendo un fenómeno de gran impacto social donde están implicados grupos de poder de los clubes. Mientras se hace difícil lograr un festejo futbolero sin episodios de violencia acabamos de tener una Marcha de la Diversidad con 65 mil participantes signada por la alegría y fraternidad.

Campañas actuales como “Un trato por un buen trato” o  “Noviazgos sin violencia”, o la jornada de reflexión sobre violencia en los liceos, son estrategias que apuntan a un aspecto fundamental, los vínculos y la cultura.

Las Mesas de Seguridad y Convivencia encararon la dimensión territorial, de donde debía surgir el diagnóstico, los planes locales y su construcción con la participación de diversos actores de cada zona. Hay que aprender de esas experiencias, de sus avances y de sus debilidades.

Poner el acento en el apoyo y la solidaridad con las víctimas por parte del Estado y de toda la sociedad es un giro grande respecto a las lógicas que solo reclaman castigos.

Al contrario de las declaraciones estridentes de la derecha contra la impunidad de los delitos, el accionar policial y judicial y los sucesivos incrementos de penas han llenado el país de presos. Somos uno de los países con más presos por habitante (segundos en la región, muy por encima de Argentina o Brasil). Pero como decía Milton Romani refiriéndose a la estrategia de “Guerra contra las drogas” incrementar la violencia lo que logra es precisamente incrementar la violencia.

El aumento exorbitante de la cantidad de presos (casi 11 mil) no generó mayor seguridad, sino por el contrario ha sido un factor agravante.Todo el sistema punitivo requiere una discusión profunda partiendo del fracaso de la cárcel como único mecanismo de castigo a la infracción penal. Ni como disuasión ni como rehabilitación ha demostrado ser eficaz. Otras concepciones como las penas alternativas a la prisión o las formas de justicia restaurativa, merecen una consideración mayor en este debate.

No es cediendo ante el griterío y las maniobras políticas de la derecha que nuestro país podrá dar respuestas mejores a esta problemática compleja.

ARTICULO PUBLICADO EN  LA DIARIA   10 octubre 2016